Uthman Ibn Affan (parte 1 de 2): Generoso y piadoso

Por Aisha Stacey (© 2015 IslamReligion.com)

Descripción: Cómo abrazó el Islam el tercer sucesor del Profeta Muhammad.

Uthman ibn Affan fue el tercero de los sucesores del Profeta Muhammad. Fue conocido como el Emir de los Creyentes y gobernó por aproximadamente 12 años. Los primeros seis años fueron tiempos de relativa tranquilidad y paz, pero los últimos seis años de su reinado se vieron sacudidos por el conflicto interno y grupos de rebeldes que trataban de generar caos por todo el Califato. Uthman es recordado como un hombre piadoso, amable y gentil, y admirado por su generosidad. Gobernó con justicia imparcial y políticas suaves y humanas basadas en su obediencia a Dios y su amor por el Profeta Muhammad y por la nación musulmana.

Uthman (Dios esté complacido con él), nació siete años después que el Profeta Muhammad (Dios lo bendiga) y pertenecía a la rama Umayyad de la tribu Quraish. Los Umayyads eran el clan más influyente de los Quraish, eran los más fuertes y ricos, y Uthman era su “niño dorado”, el más querido debido a sus buenos modales y su recato. Al igual que su predecesor Omar ibn Al Khattab, Uthman sabía leer y escribir. Esta habilidad era poco común en la Arabia preislámica, y Uthman se convirtió en un comerciante y mercader de ropas exitoso. A lo largo de su vida fue conocido como un hombre amable y generoso, e incluso antes de su conversión al Islam era generoso dando dinero para ayudar a los necesitados.

Fue su amigo íntimo, Abu Bakr, el que le presentó el Islam a Uthman, y este abrazó la nueva religión a la edad de treinta y cuatro años. Esto fue durante los primeros días del Islam, cuando los hombres de La Meca abusaban de los conversos al Islam y los torturaban sistemáticamente. A pesar del abuso, Uthman no renunció a su Islam, y en su momento se casó con la hija del Profeta Muhammad, Ruqiayah, estrechando así su relación con el Profeta.

El abuso y la tortura continuaron y la rica familia de Uthman y su estatus en la sociedad como mercader no lo protegieron. Fue abusado y torturado incluso por miembros de su propia familia: su tío lo encadenó de pies y manos y lo encerró en un cuarto oscuro. El maltrato continuo por parte de su familia más cercana llevó a Uthman y a su esposa a formar parte de la primera migración a Abisinia. El Profeta Muhammad alabó su carácter indulgente y dijo: “Después de Lot, Uthman es el primer hombre que, junto con su esposa, ha dejado la comodidad de su casa por la causa de Dios.” Después de algún tiempo, Uthman y Ruqiayah regresaron a La Meca para estar con los musulmanes que luchaban y con su amado padre y profeta.

Uthman formó una relación muy estrecha con el Profeta Muhammad, y obtuvo conocimiento profundo acerca de la religión del Islam. Narró 146 tradiciones directamente del propio Profeta y fue una de las pocas personas que pudo poner el Corán por escrito. Entendió los rituales de la ablución, la oración y otras obligaciones islámicas, e instruyó a otros al respecto. Uthman también participó en la migración a Medina y allí ayudó al Profeta Muhammad a establecer la nación musulmana. El Profeta Muhammad incluso se refirió a él como su asistente.

En Medina, el agua escaseaba y el control de los pozos eran era firmemente sostenido por varios hombres. Debido a que era un comerciante y negociador hábil, Uthman buscó conseguir un pozo para uso de los musulmanes. Negoció un precio por medio pozo, tendría el control un día y el otro dueño el día siguiente. Sin embargo, Uthman les dio esta agua gratis a los musulmanes, así que nadie quería pagar por el agua en los días alternos. El dueño original del pozo no tuvo más remedio que venderle su parte a Uthman, quien en todo caso pagó un precio justo por ella. Uthman continuó permitiendo que el agua fuera utilizada de forma gratuita por todos y nunca pregonó ni le enrostró a nadie su caridad. Era humilde y modesto.

Uthman fue generoso con su riqueza para complacer a Dios y a Su mensajero Muhammad. Los relatos islámicos históricos mencionan que Uthman compraba esclavos todos los viernes con el propósito de liberarlos, y que aunque era rico normalmente no tenía servidumbre debido a este hábito. Cuando el Profeta Muhammad y los ejércitos musulmanes iban a salir a combatir contra los bizantinos en Tabuk, Uthman convocó a la gente más rica para que dieran dinero y propiedades para apoyar y equipar a los soldados. Él mismo donó 200 camellos ensillados y 200 onzas de oro. También dio 1.000 dinares. El Profeta Muhammad continuó pidiendo donaciones con la esperanza de inspirar a otros a ser tan generosos como Uthman. Sin embargo, Uthman los sobrepasó a todos y dio un total de 900 camellos equipados.[1]

La imagen que nos podemos hacer de Uthman es la de un hombre generoso, modesto y amable. Fue conocido por su humildad, modestia y piedad. Solía pasar las noches orando y se le conocía por ayunar a menudo, a veces día de por medio. A pesar de su riqueza, vivía con sencillez y generalmente dormía envuelto en una manta sobre la arena de la mezquita. Uthman fue designado como el tercer líder de los musulmanes después del Profeta Muhammad por un concilio de seis hombres. Continuó el gobierno humano y justo del Profeta Muhammad, Abu Bakr y Omar. Se preocupó por los musulmanes y extendió el califato musulmán a Marruecos, Afganistán y Azerbaiyán. Durante seis años, su gobierno fue uno de paz y tranquilidad, pero los vientos de cambio comenzaron a soplar sobre el territorio islámico.

Uthman ibn Affan, al igual que sus predecesores, fue un hombre del pueblo. Era modesto, tímido y humilde, pero a pesar de ello su gobierno fue disputado por rebeldes que desataron la lucha interna. Dios había elegido a Uthman para que fuera el tercer líder, pero los disidentes complotaron para deponerlo de su noble posición. El Profeta Muhammad había profetizado que Uthman se vería en una situación muy difícil, cuando dijo: “Si Dios te viste con una camisa, Uthman, y la gente quiere que te la quites, no te la quites por ellos.” Uthman no se quitó su camisa, su amor por Dios y su Mensajero lo mantuvo fuerte y humilde de cara a la vejez y a las dificultades extremas.


Pie de página:

[1] El néctar sellado. Safi Ur Rahman Al Mubarakpuri.

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