Muhammad: Un hombre que sobresalió en todos los roles (parte 1 de 2)

Por Aisha Stacey (© 2017 IslamReligion.com)

Descripción: Breve mirada a la vida del Profeta Muhammad, destacando su habilidad para sobresalir en todos los roles.

El Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) es el hombre del siglo VII amado por más de 1.600 millones de personas en todo el mundo hoy día. Es un hombre que vivió en una época donde los fuertes dominaban a los débiles, las niñas eran enterradas vivas y las mujeres eran poco más que meras posesiones comerciadas del padre al esposo. Sin embargo, antes de morir había transformado el mundo, los débiles ya no perecían solo por ser débiles, la persona común tenía por fin voz, y las mujeres fueron liberadas de los grilletes que las ataban. La Península Árabe cambió, su religión pasó del paganismo y la idolatría a la adoración del Dios Uno, las disputas tribales dieron paso a la solidaridad y la cohesión, y la embriaguez y el libertinaje se convirtieron en sobriedad y piedad.

A lo largo de los siglos, y por todo el mundo, los musulmanes no han adorado al Profeta Muhammad, ellos entienden muy bien que él es solo un hombre, un ser humano, como cualquier otro ser humano sobre la Tierra. También entienden que él es un hombre que sobresalió en todos los roles que le fueron confiados. Él aprovechó toda oportunidad para complacer a Dios. En el siglo XXI, tenemos la ventaja de poder mirar en el tiempo y ver cuán excelente fue el Profeta Muhammad, y entender cómo personas que incluso lo odiaron, vieron en él cualidades excepcionales. Él fue, como afirma elocuentemente el Corán, un hombre de carácter excelso.

“Eres de una naturaleza y moral grandiosas”. (Corán 68:4)

Cuando era joven, Muhammad fue llevado a muchas situaciones diferentes y siempre tuvo éxito. Siendo un muchacho huérfano, trabajó como pastor; y de adolescente acompañó a su tío, un comerciante y mercader, a lugares tan lejanos como Yemen y Siria. Fue en esos viajes que aprendió cómo ser un excelente hombre de negocios, se ganó una reputación por ser digno de confianza, y recibió el apodo de Al Amín (el confiable). En sus veintes, comenzó a trabajar para la mujer de negocios Jadiya, con quien luego se casó. Juntos tuvieron éxito llevando un negocio próspero y formando una familia. Incluso antes de recibir la profecía, Muhammad era considerado un hombre con elevados estándares de moralidad, y prefirió la compañía de su joven familia en lugar del estilo decadente y perverso que predominaba a su alrededor.

El Profeta Muhammad sobresalió en los negocios, el matrimonio y la paternidad. De hecho, durante algunos años llevó un estilo de vida envidiable. Debido a su honestidad y a su trato justo hacia todas las personas, también fue conocido como As-Sadiq (el veraz). Fue un hombre bondadoso y hospitalario cuyas cualidades admirables y forma amable de tratar a los demás hizo que la gente se sintiera cómoda con él. Fue capaz de manejar a las personas con justicia, y muchos acudían a él en busca de consejo, a menudo pidiéndole que mediara en disputas. Cuando tenía 40 años de edad, Muhammad quedó sorprendido al descubrir que sería el último Profeta de Dios.

Después de la profecía, la vida cambió para Muhammad, pero fue capaz de conquistar sus temores y sobresalir en esa área también. Tuvo un círculo de amigos cercanos y compañeros, y su forma excelsa de enfrentar las pruebas que Dios le puso, resultó en que sus compañeros, e incluso aquellos en la periferia de su esfera de influencia, quisieran emularlo. El Profeta Muhammad era muy consciente de cuán grande era su responsabilidad, por lo tanto, tuvo cuidado de enseñar el mensaje tal y como Dios lo había prescrito. Les advirtió a sus compañeros que no lo adularan ni lo alabaran como algunos acostumbraban alabar a Jesús hijo de María[1].

La Enciclopedia Británica describe al Profeta Muhammad como uno de los personajes más influyentes de la historia, cuya vida, obras y pensamientos continúan siendo debatidos por seguidores y opositores. Existen, por supuesto, muchos personajes influyentes en la historia de la humanidad, pero sería muy difícil encontrar a otro que hubiera sobresalido como él en todas las facetas de la vida. Muchos expertos de muchos campos, tanto creyentes como incrédulos, consideran al Profeta Muhammad como un hombre que hizo precisamente eso, sobresalir en todos los aspectos de la vida, tanto pública como privada.

En el siglo XIX, el escritor, poeta y político francés Alphonse Marie Louis de Prat de Lamartine, dijo esto acerca del Profeta Muhammad: “Filósofo, orador, apóstol, legislador, combatiente, conquistador de ideas, restaurador de dogmas racionales, de un culto sin imágenes, fundador de veinte imperios terrestres y un imperio espiritual, ese es Muhammad. En cuanto a todos los estándares por los cuales puede ser medida la grandeza humana, debemos preguntarnos: ¿Acaso ha habido un hombre tan grande como él?”[2].

También en el siglo XIX, el filósofo, escritor satírico, ensayista, historiador y profesor escocés Thomas Carlyle, hizo eco de la opinión de Lamartine, cuando quedó “simplemente asombrado” de que “un solo hombre pudo unir tribus en guerra y beduinos errantes, para transformarlos en la nación más poderosa y civilizada en menos de dos décadas”[3].

En el siglo XX, el filósofo, psicólogo, parapsicólogo, educador, investigador y administrador indio Koneru Ramakrishna Rao (nacido en 1932), escribió sobre el Profeta Muhammad. Hacia el final de su ensayo, dijo: “¡La personalidad de Muhammad! Es muy difícil llegar a la verdad de ella. Solo podemos vislumbrarla. ¡Qué sucesión dramática de escenas impactantes! Está Muhammad, el Profeta. Está Muhammad, el guerrero. Está Muhammad, el hombre de negocios; Muhammad el estadista, Muhammad el orador, Muhammad el reformador, Muhammad el refugio de los huérfanos, Muhammad el protector de los esclavos, Muhammad el emancipador de las mujeres, Muhammad el juez…”[4].

Antes de eso, en el mismo siglo XX, el dramaturgo, crítico, activista político y cofundador de la Escuela Londinense de Economía, sir George Bernard Shaw, dijo esto sobre el Profeta Muhammad: “Los eclesiásticos medievales, ya fuera por ignorancia o por fanatismo, pintaron al mahometismo[5] en los colores más oscuros. De hecho, fueron entrenados tanto para odiar a Muhammad como a su religión. Para ellos, Muhammad era el anticristo. Lo he estudiado, un hombre maravilloso, y en mi opinión, muy lejos de ser el anticristo, al contrario, debería ser llamado el Salvador de la humanidad. Creo que, si un hombre como él asumiera en la actualidad la dictadura del mundo moderno, tendría éxito en resolver sus problemas de forma que traería las necesarias paz y felicidad”[6].

En el próximo artículo, veremos y evaluaremos algunos de los roles que el Profeta Muhammad desempeñó y en los que sobresalió.

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