LOS GRANDES INTERROGANTES (PARTE 1 DE 3): ¿QUIÉN NOS HA CREADO?

  • Por Laurence B. Brown, MD
  • Descripción: Aquí presentaremos la respuesta del Islam a la primera de una serie de grandes preguntas: ¿quién nos ha creado?

  • Tarde o temprano, en algún momento de nuestra vida, todos nos preguntamos “¿Quién nos ha creado?”  Y “¿para qué estamos en este mundo?”.

    The_Big_Questions_(part_1_of_3)_001.jpgDe hecho, podríamos preguntar “¿Quién creó todo este mundo?”;  Algunos hablan del Big Bang y la  evolución, mientras que otros hablamos de Dios.  Responder “No lo se” no resulta deseable, ya que si bien esta respuesta no implica negar la existencia de Dios, tampoco la afirma.

    Ahora bien, examinemos brevemente la teoría del Big Bang; esta teoría, explica el origen del universo a partir de un pequeño núcleo original o nube de polvo primordial; pero no nos dice nada sobre el origen de esta nube de polvo primordial o sobre la causa ulterior detrás de estos fenómenos físicos que describe la teoría, que en definitiva, sólo menciona lo que ocurre con la materia y la energía, pero no puede explicar de dónde proviene esta nube de polvo original, que además debió necesariamente contener toda la materia que conforma nuestra galaxia y de los billones de galaxias que existen en el universo conocido.  Y entonces, ¿de dónde proviene toda esta materia?  ¿Quién o qué creó esta nube de polvo primordial?

    De manera similar, la teoría de la evolución intenta explicar el desarrollo de las especies mediante la clasificación de fósiles, pero no explica ni se pronuncia sobre el punto central de la vida humana: el alma.

    Resulta evidente que quien estudie las ciencias de la naturaleza, la biología o la física, no tardará en notar que en el universo está la firma del Creador[1].  Ahora bien, que la gente decida negar o aceptar estas evidencias es otro asunto.  El punto es, si vemos una pintura, sabemos que hay un pintor, si vemos una escultura, sabemos que hay un escultor, si vemos una vasija, sabemos que hay un alfarero.  Entonces, cuando vemos la creación ¿porqué no deberíamos suponer que hay un Creador?

    Considerar que el universo se formó a partir de una explosión y luego por una serie de causas aleatorias se llegó a un perfecto equilibrio, o que la selección natural es suficiente para que se desarrollen organismos tan complejos como los existentes, es igual a creer que si hacemos explotar muchas bombas en un campo vacío, tarde o temprano encontraremos que alguna de las explosiones colocará junto a nosotros un inmaculado Mercedes, es obvio que estas teorías no son más que el fruto de un ferviente deseo de encontrar una respuesta, y no mucho más que eso.

    Resulta muy evidente que sin un principio ordenador, todos los complejos sistemas del universo degenerarían en el caos, sin embargo las teorías del big bang y la evolución, intentan presentar la idea opuesta, en otros términos, “del caos surge el orden y la perfección”.  Pero resulta más racional suponer que el big bang y la evolución pueden ser procesos controlados.  ¿Controlados por quién?  Evidentemente por Un Creador.

    Existe un cuento árabe sobre un beduino que esperaba encontrar en el desierto un majestuoso palacio junto a un oasis.  Cuando alguien le preguntó cómo esperaba encontrar esto en un desierto estéril respondió que, obviamente, por las fuerzas de la naturaleza, el viento cortaría la piedra y la acomodaría en perfecto orden formando las paredes, cúpulas y torres, luego despojaría a las ovejas de su lana y tejería hermosos tapices y alfombras que el mismo viento se encargaría de colocar en la ubicación correcta en el recién construido palacio, de la misma forma el viento traería madera para las puertas y ventanas.  Además el viento fundiría la arena para producir cristales hermosos y perfectamente simétricos para las ventanas.  Todo el proceso tardaría millones de años y sólo ocurriría en un solo lugar de la tierra, y todo por meras coincidencias.

    Lo grotesco de esta respuesta evidencia nuestro tema central, un palacio requiere un arquitecto, no coincidencias.  Entonces ¿a Qué o a Quién consideraremos Creador de este complejo universo y de nuestra propia compleja existencia?

    Un argumento clásico de los ateos, es observar las supuestas imperfecciones en la creación.  Argumentan: “¿Cómo puede existir un Dios si ocurre esto y aquello?”.  Este discurso hace referencia desde los desastres naturales hasta los defectos de nacimiento, desde un genocidio al cáncer de la abuela.  Sin embargo este razonamiento es un sofisma, ya que implica creer que la creación necesariamente debe ser perfecta, que si existe un Creador, necesariamente hubiera hecho nuestras vidas perfectas y hubiese establecido una perfecta justicia en la tierra.

    Mmm… parece un argumento muy poco convincente.  ¿Hay otra opción?

    Nosotros simplemente diremos que Dios no diseñó la vida en esta tierra para que sea perfecta, sin embargo, sabemos que existe un premio o un castigo por nuestras obras, en la otra vida, y que en el día del juicio Dios evidenciará la perfecta justicia.  En apoyo a esta postura podemos mencionar que los rectos y virtuosos muchas veces sufren injusticias en este mundo: ¿qué podemos decir sobre los profetas?,  ¿y cómo pretendemos alcanzar el paraíso, sino manteniéndonos firmes en nuestra fe frente a las adversidades de la vida?

    Siguiendo esta línea de razonamiento, espero que por lo menos lleguemos a un acuerdo acerca del primer “gran interrogante”.  ¿Estamos por lo menos de acuerdo que si nosotros somos creación, Dios es el creador?

    Si no consideramos, a pesar de razonar, que Dios es efectivamente El Creador, no tiene sentido continuar razonando, si por el contrario, has llegado a la conclusión de que es Dios El Creador, podemos continuar con la segunda de estas grandes preguntas ¿por qué fuimos creados?.  O, en otras palabras ¿Cuál es el propósito de nuestra vida?

  • FOOTNOTES:

    [1]Dejando de lado el carácter religioso de este artículo un momento, recomendamos leer A Short History of Nearly Everything(Una breve historia de casi todo) de Bill Bryson.

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