Las grandes mujeres detrás de los grandes hombres (parte 4 de 4): La hija

Por Aisha Stacey (© 2016 IslamReligion.com)

Descripción: Fátima, la hija del Profeta Muhammad.

“Las mejores mujeres de toda la humanidad son cuatro: María, hija de Imrán; Asia, la esposa del Faraón; Jadiya, hija de Juwailid; y Fátima, la hija del Mensajero de Dios[1]“.

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La clave del éxito para cualquier mujer es vivir la vida de acuerdo con la guía de Dios. Esta guía está contenida en el Corán y en las tradiciones del Profeta Muhammad. En nuestra exposición sobre las grandes mujeres que estuvieron al lado de sus hombres, hemos hablado sobre el papel de esposas y madres; ahora es el turno de las hijas. Las hijas pueden tener una gran influencia sobre sus queridos padres. Seguramente habrán escuchado la expresión “ella maneja a su papá con el dedo meñique”, queriendo decir que la hija es capaz de persuadir a su padre con facilidad. Esto, sin duda, tiene un gran porcentaje de verdad, pero las hijas también pueden guiar, proteger y apoyar a sus padres.

El amor de una hija puede impulsar a un padre a cosas nuevas y más grandes, y el apoyo de una hija puede ser invaluable. La hija de la que hablaremos es Fátima, la amada hija menor del Profeta Muhammad con su esposa Jadiya. Fátima fue la menor de cuatro niñas. Ella era callada y sensible, dedicada a sus padres y cercana a sus hermanas. Sin embargo, cuando tenía diez años de edad, tuvo la oportunidad de estar frente a lo que debió parecerle hombres invencibles, a quienes habló a favor de su padre. Ella tenía cuerpo de niña y corazón de león.

Un día, cuando el Profeta estaba rezando cerca de la Kaaba, algunos hombres de las familias nobles de La Meca compraron un cubo de intestinos de camella y los arrojaron sobre su espalda mientras se hallaba prosternado. Sin duda, estos eran pesados y apestosos, sin embargo, el Profeta continuó con su oración. Fátima se paró frente a los hombres sin miedo de su comportamiento amenazante. Le quitó los intestinos a su padre y atacó verbalmente a los hombres allí presentes, que no le respondieron a la pequeña niña[2].

En otra ocasión, Fátima estaba con su padre mientras él circunvalaba la Kaaba. Se reunión una turba alrededor de él y trataron de estrangularlo con sus propias ropas. La joven Fátima gritó pidiendo ayuda, y en esa oportunidad, Abu Báker fue al rescate del Profeta y recibió una golpiza. Mientras otras niñas corrían y jugaban, Fátima era testigo de las pruebas que enfrentaba su padre. En lugar de alegría y risa, Fátima se preocupaba por su padre y defendía su misión. Padre e hija se hicieron compañeros cercanos.

El trato del Profeta hacia Fátima muestra claramente el amor y el respeto que le tenía a su hija menor. Se sabe que él dijo: “Fátima es una parte de mí, y quien la hace enojar a ella, me hace enojar a mí”[3]. La vida de Fátima siguió siendo difícil y deprimente. La persecución y el boicot contra los musulmanes no disminuyeron, y el Profeta, su familia y sus seguidores fueron obligados a abandonar sus hogares y buscar refugio en un pequeño valle. Allí se vieron obligados a someterse a meses y meses de penurias y sufrimiento, y se dice que el llanto de los niños hambrientos se escuchaba por todo el valle y en la zona urbana de La Meca.

La madre de Fátima, la gran dama Jadiya, murió poco después de que terminó el boicot, probablemente debido a los meses de privación. Fátima quedó llena de dolor y su familia temió por su salud, pero luego se recuperó y creció aún más cercana a su padre. Ella cuidó de él y lo apoyó de forma tan completa, que en una época se le conoció como Ummu Abiha (la madre de su propio padre). En una ocasión, su padre regresó a casa cubierto de barro y polvo que le había lanzado una turba. La joven Fátima lloró como si su corazón se fuera a quebrar, y su padre le dijo: “No llores, hija mía, pues Dios protegerá a tu padre”[4].

El Profeta Muhammad amaba a Fátima, sin embargo, no mostró ningún trato especial hacia ella en lo concerniente a seguir el camino de la rectitud. El Profeta Muhammad se preocupaba, como todo buen padre, del destino de su hija en el Más Allá. Un día, mientras juzgaba a un ladrón, se escuchó al Profeta decir: “La gente anterior a ti fue destruida debido a que solían aplicar los castigos legales sobre los pobres y perdonaban a los ricos. Por Aquel en Cuyas Manos está mi alma, si mi hija Fátima hiciera lo mismo (es decir, robar), yo mismo le cortaría la mano”.

Fátima se casó con su primo y amigo de la infancia Ali ibnu Abu Tálib. Aunque muchos hombres pidieron la mano de Fátima, incluyendo a Abu Báker y Úmar Ibn Al Jattab, el Profeta Muhammad facilitó el matrimonio entre su hija y Ali. El vínculo entre padre e hija se mantuvo fuerte, y el Profeta Muhammad a menudo visitaba a Fátima después de regresar de un viaje o una batalla, antes de visitar a cualquiera de sus esposas. ¡Qué consuelo debía hallar el Profeta en presencia de Fátima! Quizás, ella le recordaba a su amada Jadiya, quizás él amaba estar en presencia de la niña que se enfrentó a una turba para proteger a su padre una y otra vez. Aquella niña ahora era una mujer musulmana fuerte y llena de recursos.

Los padres no solo inspiran a sus hijas, sino que a menudo se inspiran en ellas. La reputación de Fátima, de piadosa y caritativa, habría hecho orgulloso y feliz a su padre. Sin embargo, no importa lo cercanos que fueran, un padre es un padre al fin y al cabo, y cuando descubrió que Fátima y Ali no rezaban regularmente las oraciones nocturnas recomendadas, expresó claramente su desaprobación[5].

En otra ocasión, cuando Fátima pidió un sirviente, el Profeta Muhammad les enseñó a ella y a Ali las palabras de alabanza que aún son pronunciadas por millones de musulmanes en todo el mundo.

“¿Quieres que te dirija a algo mejor que lo que has pedido? Cuando vayas a la cama, di ‘Subhán Al-lah’ (glorificado sea Dios) treinta y tres veces; ‘Alhamdulil-lah’ (alabado sea Dios) treinta y tres veces; y ‘Al-lahu ákbar’ (Dios es el más grande) treinta y cuatro veces, pues eso es mejor para ti que un sirviente”[6].

Cuando el Profeta Muhammad se enfermó de gravedad, llamó a su amada hija Fátima, la besó y le susurró unas palabras al oído; Fátima lloró y su padre la atrajo hacia sí y le susurró de nuevo, ella sonrió. Cuando la esposa del Profeta Muhammad, Aisha, le preguntó sobre esa conversación, ella le contestó: “Primero me dijo que (él) iba a conocer a su Señor en muy poco tiempo, por eso lloré. Luego dijo: ‘No llores, porque serás la primera de mi familia en unirse a mí’[7].Entonces, sonreí”. En otra narración, se dice que el Profeta Muhammad le dijo a Fátima que ella sería la líder de las mujeres del Paraíso[8].

Fátima es una de las cuatro grandes mujeres del Islam. Fue esposa y madre, pero ante todo y principalmente, fue hija. Una de las características más distintivas de una hija musulmana es su trato hacia sus padres. Fátima fue amable y respetuosa, llena de compasión y amor. Aprendió modales de Jadiya, aprendió la paciencia de su padre. Dios la hizo una hija digna de imitar.


Pie de página:

[1] Sahih Al Bujari, Sahih Múslim.

[2] Sahih Al Bujari.

[3] Sahih Al Bujari, Sahih Múslim.

[4] Sahih Múslim.

[5] Sahih Múslim.

[6] Sahih Al Bujari.

[7] Ibíd.

[8] Ibíd.

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