Por Aisha Stacey (© 2018 IslamReligion.com)
Descripción: Ejemplos de la paciencia del Profeta Muhammad y una mirada al mandato divino de que seamos pacientes.
Esta es la continuación de nuestra historia sobre la paciencia del Profeta Muhammad de cara a la adversidad. La dejamos con el rabino Zaid de pie bajo la mirada iracunda de Ómar. El rabino se volvió y el Profeta Muhammad le dijo a Ómar: “Debiste darle un consejo sincero, en lugar de actuar como hiciste. Ve y págale su préstamo, y dale veinte saa (una medida de peso) extra, porque lo asustaste”.
El Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) era paciente con todos: sus compañeros cercanos, sus conocidos, como el rabino, e incluso extraños. Él estaba sugiriendo que habría sido mejor para Ómar ser paciente y dar un consejo sincero, como sugerir una solución que dejara a todos satisfechos, en lugar de perder los estribos. Cuando reflexionamos sobre esta historia, podemos preguntarnos por qué el rabino estaba pidiendo que le pagaran días antes de que se venciera el plazo. Los hombres, de hecho, estaban reunidos después del funeral de uno de los residentes de Medina. Quizás el rabino vio la oportunidad de pedir lo que se le adeudaba, quizás era un hombre impaciente que quería asegurarse de que su préstamo sería pagado a tiempo, o quizás quería poner a prueba al Profeta Muhammad para asegurarse de que era un Profeta realmente. Los seres humanos tienen muchas formas distintas de tratar con los demás, pero seguir el ejemplo del Profeta Muhammad siempre es la mejor de ellas, lo que queda claro cuando continuamos con esta historia.
El rabino Zaid dice luego: “Ómar fue conmigo, me pagó la deuda, y me dio veinte saa extra de dátiles. Le pregunté el porqué, y me contestó: ‘El Mensajero de Dios me ordenó dártelos porque te asusté’”.
Entonces, Zaid se dio cuenta de que Ómar no sabía quién era él, y le preguntó. Ómar le dijo que no tenía idea. Zaid miró a Ómar y le dijo: “Soy Zaid Ibn Sana, el rabino”. Ómar quedó anonadado, y le preguntó a Zaid por qué se había comportado de esa manera con el Profeta. Zaid le explicó que había visto muchas señales de profecía en Muhammad, excepto dos, y quería probar esas dos últimas señales. Dichas señales eran: que la paciencia y la perseverancia tuvieran prioridad sobre la ira, y que el maltrato fuera devuelto con amabilidad. Eso fue exactamente lo que el rabino Zaid había observado.
El Profeta no solo fue paciente al transmitir su mensaje, fue su paciencia la que convenció a la gente de que su religión era verdadera. En este caso, el rabino Zaid renunció de inmediato a su religión y, frente al Profeta Muhammad, atestiguó que no existe nadie merecedor de adoración sino solo Dios, y que el Profeta Muhammad es Su Mensajero[1].
El Profeta Muhammad no mostró dicha paciencia al transmitir el mensaje porque pensara que eso podía facilitar su vida, sino que lo hizo porque así se lo ordenó Dios mismo. En muchos casos, esto no facilitó su vida. El tío del Profeta, el hombre conocido como Abu Lahab, y su esposa, fueron grandes enemigos del Islam y del Profeta Muhammad. Todos los días le lanzaban piedras y suciedad a su casa, y animaban a otros a que hicieran lo mismo. Muchos no solo le tiraron piedras a su casa sino a su propia humanidad. Varias veces sufrió heridas en consecuencia. También extendían espinas por el camino por donde el Profeta Muhammad debía transitar, de modo que él no pudiera evitarlas, y muchas veces sus pies sangraban luego de que las espinas les eran extraídas. ¿Cómo reaccionó a esto? Con paciencia, tolerancia y perdón.
Para enfatizar en la importancia de comportarse de manera calmada y amable, Dios mencionó esto por todo el Corán. Dios dice: soporta con paciencia, perdónalos, toléralos, y reprime tu ira.
“Aquellos que hacen caridad, tanto en momentos de holgura como de estrechez, controlan su enojo y perdonan a las personas; Dios ama a los que hacen el bien” (Corán 3:134).
“Tengan paciencia, temor de Dios, y sepan que esto requiere entereza” (Corán 3:186).
“Muchos de entre la Gente del Libro quisieran que renegaran de su fe y volvieran a ser incrédulos por la envidia que les tienen, [incluso] después de habérseles evidenciado a ellos la verdad. Pero perdonen y disculpen hasta que Dios decida sobre ellos. Dios tiene poder sobre todas las cosas” (Corán 2:109).
El Profeta Muhammad soportó pacientemente la persecución y el abuso que sufrió al llamar a la gente a la verdad del Islam. Los idólatras, los paganos y los hipócritas, se burlaron de él, lo insultaron, no creían en él, sino que lo maltrataban. Fue llamado mentiroso y hechicero, lo trataron de adivino y de loco, pero esto no evitó que él transmitiera su mensaje. Dios le había advertido al Profeta Muhammad que muchos no le creerían, que lo ignorarían y que abusarían de él.
“Ten paciencia, que lo que Dios promete se cumple, y no permitas que te hagan flaquear los que no están convencidos [de la Resurrección]” (Corán 30:60).
Al transmitir el mensaje, el Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) jamás perdió los estribos ni se comportó de forma violenta. Nunca levantó su voz ni miró a los demás con desdén. Si participaba en una discusión o en un debate, lo hacía de manera tranquila e inteligente.
“Convoca al sendero de tu Señor con sabiduría y bellas palabras. Argumenta de la mejor manera” (Corán 16:125).
“Debatan con la Gente del Libro con buenas maneras, excepto con aquellos que cometen injusticias. Digan: ‘Creemos en lo que nos ha sido revelado a nosotros, así como en lo que les fue revelado a ustedes. El Dios de ustedes y nuestro Dios es uno, y a Él entregamos nuestra voluntad [como musulmanes]’” (Corán 29:46).
Cuando el Profeta Muhammad hablaba con sus compañeros acerca de transmitir el mensaje, siempre se preocupaba por el comportamiento de ellos. Cuando envió a sus compañeros a los judíos y cristianos del Yemen, les aconsejó: “Sean suaves, no sean rudos, albricien a la gente y no la alejen”[2]. Además, Dios prohibió que alguien comenzara a insultar, o que respondiera con insultos a palabras rudas sobre el mensaje.
“Pero no insulten a quienes son invocados en lugar de Dios, porque insultarán a Dios con hostilidad sin tener real conocimiento [acerca de lo que dicen]” (Corán 6:108).
El Profeta Muhammad y aquellos que transmiten el mensaje, han recibido la orden divina de no comportarse mal, sin importar cuál sea la provocación. Dios dice: no insulten, no respondan a los insultos, y soporten los ataques con paciencia; perdonen y aléjense de los ignorantes.
“Ante todo, elige perdonar, ordena el bien y apártate de quienes se comportan contigo en forma ignorante” (Corán 7:199).
“Ten paciencia ante sus injurias, y glorifica con alabanzas a tu Señor” (Corán 20:130).
La paciencia del Profeta Muhammad al transmitir el mensaje no tuvo límites. Él jamás se cansó de hablarle a la gente, tanto a musulmanes como a no musulmanes, acerca de la religión del Islam. Su sinceridad era obvia, y él jamás se involucró en debates o discusiones inútiles condenados al desastre. Trató a la gente bien, con amabilidad y compasión, pasó por alto sus faltas y mal comportamiento, y cuando todo lo demás falló, se alejó. La violencia, la ira y la rudeza jamás formaron parte de su método, ni eran parte de su carácter. Él mostró paciencia de cara a la adversidad, y amabilidad ante un trato rudo.