La paciencia del Profeta al transmitir el mensaje (parte 1 de 2): Los seguidores de Muhammad son pacientes

Por Aisha Stacey (© 2018 IslamReligion.com)

Descripción: La paciencia del Profeta Muhammad al transmitir el mensaje del Islam.

Dios nos dice en el Corán que Él envió al Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) como misericordia para la humanidad. “No te he enviado [¡oh, Muhammad!] sino como misericordia para todos los seres” (Corán 21:107). Dios no dijo que lo había enviado para los árabes ni para un género en particular ni para la gente del siglo VII, ni siquiera para su propio pueblo. De hecho, el Profeta Muhammad fue rechazado y humillado por su propia gente.

Dios también dejó claro que el Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) fue un Profeta como ningún otro. Uno cuyo mensaje se extendería a lo largo y ancho, y sería aplicable en todo lugar y en toda época. Él superó las dificultades, el gran dolor, las batallas épicas y la humillación continua, y nada lo disuadió de transmitir el mensaje. El Profeta Muhammad fue el primero en transmitir el mensaje de Dios de una forma apropiada para todo mundo, en todo lugar y en todo momento. El mensaje principal es simple: adoren a Dios únicamente, sin asociados, copartícipes, hijos ni hijas; y el Profeta Muhammad lo divulgó con mucha paciencia y gran tolerancia. Su paciencia no tuvo límites y jamás llegó a comportarse de manera irracional ni con furia. La violencia no es parte del mensaje y no tuvo parte en su propagación.

Más de mil quinientos millones de musulmanes en todo el planeta aman al Profeta Muhammad, lo respetan y lo siguen. Lo tienen en tal aprecio que para muchos es doloroso ver o escuchar que ridiculicen o irrespeten a su mentor. Las manifestaciones en todo el mundo cuando es irrespetado el nombre del Profeta Muhammad dan testimonio de ello. Sin embargo, el comportamiento violento e irracional no es algo que haya enseñado el Profeta Muhammad. Su rostro siempre estaba firmemente vuelto hacia Dios y el Más Allá, y su única misión era difundir el mensaje del más Misericordioso con paciencia y tolerancia.

Divulgar la palabra del Islam hizo del Profeta Muhammad un pobre y un marginado social, después de haber llevado una vida de relativa abundancia. Su estilo de vida cambió de forma dramática para peor, y su vida se vio amenazada en más de una ocasión. Además, su familia y sus seguidores fueron ridiculizados, burlados y físicamente golpeados. El mensaje, sin embargo, pesaba sobre sus hombros, e incluso en su último sermón le pidió a la gente que diera testimonio ante Dios de que él había entregado el mensaje.

Es importante que, en este momento de la historia mundial, cuando a veces parece que la población musulmana está siendo acorralada en una esquina o detrás de un muro, recordemos la paciencia del Profeta Muhammad y enfrentemos nuestros problemas con los mismos métodos que él utilizó de cara a la adversidad. El propio Profeta Muhammad demostró un autocontrol formidable y una gran paciencia cuando era insultado, menospreciado y golpeado. Como dijo su amada esposa Aisha: “Su carácter era un reflejo del Corán”[1].

En un momento muy difícil de su vida, justo después del período conocido como “el año de la tristeza”, el Profeta Muhammad viajó a la ciudad de Taif, con la esperanza de encontrar gente que escuchara y apoyara su mensaje para la humanidad. En lugar de hallar el apoyo que buscaba, encontró insultos e injurias. Fue echado a pedradas de la ciudad. Con sus sandalias llenas de sangre proveniente de las heridas que le habían infligido hombres, mujeres y niños que le lanzaron piedras, el Profeta Muhammad le pidió ayuda a Dios. En respuesta, el ángel de las montañas le pidió permiso al Profeta para hacer que las montañas que rodeaban a Taif se desmoronaran sobre la ciudad, matando a todos sus habitantes. A pesar de su dolor y sufrimiento, algo por lo que tenía pleno derecho a estar enojado, la respuesta del Profeta fue: “No, pues espero que Dios traiga de la progenie de este pueblo, gente que Lo adore solo a Él y a nadie más que a Él”.

Todos hemos escuchado que la paciencia es una virtud, lo que significa que ser paciente es un rasgo noble y una buena característica a adquirir y cultivar. La paciencia es una cualidad que debemos practicar y utilizar en situaciones cotidianas, y a veces en circunstancias difíciles que se ciernen en nuestras vidas. Leer incluso una pequeña pieza de la historia islámica te mostrará que el Profeta Muhammad era paciente. La paciencia no significa no hacer nada, sino que implica hacer nuestro mayor esfuerzo para aliviar la situación. Así que él hizo esfuerzos para mejorar la situación, como las dos migraciones y la compra de esclavos para detener su tortura y su humillación.

Después de diez años de vivir en Medina, diez años enseñándole a la gente cómo amar y obedecer a Dios, diez años estableciendo una nación islámica justo y equitativo, el Profeta Muhammad y sus seguidores pudieron regresar a La Meca. Su paciencia fue finalmente recompensada, pero aun así prefirió entrar en ella cabalgando al lomo de un burro, con decenas de miles de seguidores. El Profeta Muhammad podría haber lanzado su paciencia al viento y haber exigido una venganza terrible. ¡Pero no lo hizo! La Meca estaba a sus pies, sus enemigos estaban con las cabezas inclinadas en rendición, y el Profeta Muhammad habló por la misericordia de su Creador y dijo: “Les digo las mismas palabras que (el Profeta) Yusuf les dijo a sus hermanos: Este día no hay reproches contra ustedes, sigan su camino, son libres”[2].

A lo largo de su vida, y en particular, durante su profecía, el Profeta Muhammad practicó la paciencia y trató de alentar, e incluso exigir, que sus seguidores aprendieran a tener paciencia. Hay muchos casos en que el Profeta Muhammad aconsejó la paciencia. La siguiente historia, en particular, pinta un cuadro de un hombre que fue capaz de mostrar paciencia y tolerancia por encima de lo habitual, pero también muestra hasta dónde llegaba el Profeta Muhammad a fin de enseñar a sus seguidores por qué siempre deben comportarse con paciencia y en la forma más correcta.

Esta es la historia del rabino judío Zaid Ibn Sana. Rabi Zaid le había prestado algo al Profeta Muhammad. Él mismo describe la escena y el diálogo de la siguiente manera: “…El Profeta Muhammad asistió al funeral de un hombre de los ansar. Abu Báker, Ómar y Uzmán, junto con otros compañeros, estaban con él. Después de la oración fúnebre, él se sentó cerca de una pared y yo me le acerqué, lo agarré por los bordes de su capa, lo miré con dureza y le dije: ‘¡Muhammad! ¿No me vas a pagar lo que te presté? No sabía que la familia de Abdul Mutálib se retrasara en el pago de sus deudas’. Miré a Ómar, cuyos ojos estaban inyectados en ira. Me miró y me dijo: ‘¡Enemigo de Dios, ¿cómo te atreves a hablarle al Mensajero de Dios y comportarte con él de esa manera? ¡Por Aquel que lo envió con la verdad, si no fuera por temor a no entrar a los jardines celestiales, ya te habría decapitado con mi espada!’”.

El Profeta Muhammad no tardó en pagarle la deuda, el rabino lo había acosado y le había hablado mal. ¿Cómo reaccionó? ¿Cómo reaccionaría la mayoría de la gente en este siglo XXI? Si conoces a alguien que aceptaría ese trato duro con paciencia, debes estar feliz de saber que esa persona está siguiendo las enseñanzas del Profeta Muhammad. En el próximo artículo vamos a descubrir cómo concluyó este incidente, y con seguridad te sorprenderás.

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