- Por Sheikh Salih al-Zahrani (islamtoday.net)[editado por IslamReligion.com)
Descripción: No hay peor pecado que asociar a otros con Dios. Parte 1: Diversas formas de politeísmo.
“[Recuerda] cuando Luqmán exhortó a su hijo diciéndole: ‘¡Oh, hijito! No dediques actos de adoración a otro fuera de Dios, pues la idolatría es una gran injusticia’” (Corán 31:13).
Politeísmo e idolatría
En esta aleya, el sabio Luqmán llama a su hijo a evitar asociar a otros en la adoración con Dios, calificando este acto como una forma poderosa de opresión e injusticia.
El politeísmo toma diferentes formas, tan numerosas como numerosas son las posibles formas de adoración. Así como las formas de practicar el politeísmo son muchas, los objetos de adoración politeísta también son variados.
Los más variados de dichos objetos son los ídolos y los fetiches. Los ídolos son estatuas a las que se da la forma de un ser humano o de otra criatura, y que son adorados en lugar o además de Dios. Los fetiches son cualquier cosa que es adorada en lugar o además de Dios, sea cual sea la forma que adopte.
El Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) dijo: “¡Oh, mi Señor, no permitas que mi tumba sea adorada como fetiche”[1].
El término “fetiche” (wazan en árabe) tienen un significado más general que el término “ídolo” (sanam).
Los ídolos y fetiches son adorados de muchas maneras. La prosternación ante ellos es una forma de adoración, ofrecer sacrificios a ellos es otra, y hacer juramentos en su nombre es otra.
La adoración también toma la forma de devociones del corazón. Albergar por uno de estos ídolos o fetiches sentimientos de amor, confianza, temor y esperanza, que son debidos únicamente a Dios, o acudir a ellos en búsqueda de perdón, es politeísmo puro. Es idolatría enfocar dichos sentimientos y dicha devoción sobre cualquier persona o cosa distinta de Dios.
Dios nos dice acerca de quienes entregan su amor y devoción a la adoración de cualquiera que no sea Dios: “Existen personas que toman en lugar de Dios a otros que consideran iguales [a Dios], y los aman como solo debe amarse a Dios; pero los creyentes aman más a Dios [de lo que estos aman a sus divinidades]. Ya sabrán los injustos, cuando vean el suplicio que les espera, que a Dios pertenece el poder absoluto y que Dios es severo en el castigo” (Corán 2:165).
Con respecto al temor y la admiración, dice Dios: “Así [es la estrategia del] demonio, que intenta atemorizar a quienes lo siguen. Pero no le teman a él, sino que témanme a Mí, si son verdaderamente creyentes” (Corán 3:175).
Con respecto a la confianza y la dependencia como adoración, dice Dios: “Encomiéndense solo a Dios, si es que verdaderamente son creyentes” (Corán 5:23).
En relación a acudir en busca de perdón, dice Dios: “Arrepiéntanse ante Dios, tengan temor [de Dios], cumplan con la oración y no sean de los que Le atribuyen divinidades [a Dios en la adoración]” (Corán 30:31).
En resumen, todo lo que se considera una forma de adoración, no debe ser ofrecido a nada ni nadie distinto a Dios, pues hacerlo es idolatría y politeísmo. Dios dice: “Quien atribuya actos de adoración a otros además de Dios se habrá desviado profundamente [del camino de los Profetas]” (Corán 4:116).
La idolatría no se limita a la adoración de estatuas físicas y fetiches. Existen ídolos inmateriales ante los que la gente sucumbe en adoración, como el ego, los caprichos y los deseos vanos que van contra la religión de Dios y Su ley. Quien sigue sus deseos en lugar de la religión de Dios, ha tomado a un ídolo de este tipo como deidad para adorar en lugar de Dios.
Dios dice: “¿Acaso no reparas en aquel que sigue sus pasiones como si estas fueran una divinidad? Dios decretó por Su conocimiento divino que se extraviaría, y por ello selló sus oídos y su corazón, y puso un velo sobre sus ojos” (Corán 45:23).
Seguir los propios caprichos significa adoptar los principios, ideologías y filosofías desviados. Los predecesores piadosos solían referirse a la gente que seguía sus caprichos e ideas heréticos como “la gente de los deseos vanos y las innovaciones”.
Por lo tanto, debemos darnos cuenta de que la adoración a los ídolos no se limita a un tipo especial de comportamiento ni a una forma en particular. Las formas de participar en la adoración a los ídolos son muchas, e incluyen todas las maneras en que una persona puede, concebiblemente, participar en la adoración.
Al comienzo, toda la humanidad estaba unida en el monoteísmo puro. Dios dice: “La humanidad era una sola comunidad [y porque comenzaron a desviarse del monoteísmo y discrepar sobre la verdad], Dios envió a los profetas con albricias y advertencias, y les reveló los Libros Sagrados con la Verdad para que juzgaran entre la gente acerca de lo que discrepaban”.
La humanidad no sabía nada de la idolatría, excepto después de haber pasado 10 eras desde el tiempo de Adán, hasta la época de Noé (la paz sea con ambos). Esta fue la época en que la idolatría y la adoración a otros distintos a Dios tomó lugar por primera vez. Es por esto que Dios envió a Noé, para llamar a la gente a regresar a la adoración solo a Dios y abandonar su idolatría.
Cuando Noé llegó a su pueblo con este mensaje, ellos lo rechazaron. Dios nos dice: “Y les dijeron: ‘No abandonen a nuestros ídolos. No abandonen ni a Uad, ni a Suá’ ni a Iaguz, ni a Iaúk ni a Nasr” (Corán 71:23).
Ibn Abbas nos dice que esos nombres eran de personas piadosas que habían pertenecido antes a la nación de Noé. Cuando esas personas piadosas murieron, Satanás inspiró a la gente para que les erigieran estatuas en lugares donde solían sentarse, y ponerles a las estatuas los nombres de dichas personas. Así lo hicieron, pero en ese entonces, esas estatuas no fueron adoradas.
Sin embargo, después que esa generación pasó y el conocimiento se perdió, dichas estatuas fueron tomadas como objetos de adoración.
Después de eso, los ídolos del pueblo de Noé se convirtieron en los ídolos de las tribus árabes[2.
Este estado de cosas continuó hasta que Dios envió a Su Profeta Abraham (la paz sea con él), quien demolió los ídolos.
Todas las naciones tuvieron un Profeta que las instó a adorar únicamente a Dios y a dejar cualquier ídolo o fetiche que hubieran adorado antes. Dice Dios: “No hubo ninguna nación a la que no se le haya enviado un amonestador” (Corán 35:24).