Por Aisha Stacey (© 2015 IslamReligion.com)
Descripción: La evolución del pensamiento humano con respecto a los medios por los cuales la felicidad puede ser alcanzada.
Aunque la felicidad sea, quizás, una de las cosas más importantes en la vida, la ciencia aún no puede explicar mucho al respecto. El concepto es, en sí mismo, esquivo. ¿Es una idea, emoción, virtud, filosofía, ideal, o simplemente está programada en los genes? No hay acuerdo con respecto a una definición de ella y, sin embargo, todo el mundo parece estar vendiendo felicidad en estos días: traficantes de drogas, compañías farmacéuticas, Hollywood, empresas de juguetes, gurús de la autoayuda y, por supuesto, Disney, creador del “lugar más feliz” en la tierra. ¿La felicidad puede comprarse? ¿La felicidad puede alcanzarse maximizando el placer, ganando fama y fortuna, o viviendo una vida de ocio ilimitado? Esta serie de artículos explorará brevemente la evolución de la felicidad en el pensamiento occidental, seguida por el entendimiento cultural actual en Occidente. Finalmente, se hablará del sentido y de algunos medios para alcanzar la felicidad en el Islam.
Evolución de la felicidad en el pensamiento occidental
La idea cristiana de la felicidad se ha basado en un dicho reportado de Jesús:
“También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo” (Juan 16:22).
La idea cristiana de felicidad fue desarrollada a lo largo de los siglos y, a su vez, se apoyó en la teología del pecado, la cual, como explicó San Agustín en La Ciudad de Dios, enseña que debido a la transgresión original de Adán y Eva en el Jardín del Edén, la felicidad verdadera es “inaccesible en nuestra vida presente”[1].
En 1776, Thomas Jefferson, resumiendo un buen siglo de reflexión sobre el tema en Europa y Estados Unidos, juzgó la “búsqueda de la felicidad” una verdad “evidente en sí misma”. Para esa época, la verdad de la felicidad había sido declarada tan a menudo y con tal confianza que, para muchos, apenas requería evidencia. Era, como dijo Jefferson, evidente en sí misma. Asegurar “la mayor felicidad para el mayor número” se ha convertido en el imperativo moral del siglo. ¿Pero qué tan evidente era la búsqueda de la felicidad?” ¿Era, de hecho, tan obvio que la felicidad era nuestro objetivo último natural? Los cristianos confesaron que los seres humanos buscan la felicidad durante su peregrinación terrenal, pero se mantenían escépticos con respecto a que pudiera conseguirse. Por otra parte, Jefferson mismo era pesimista con respecto a si la búsqueda alguna vez llevaría a una conclusión satisfactoria. “La felicidad perfecta… nunca fue dispuesta por la Divinidad para que fuera el destino de una de sus criaturas”, especificó en una carta de 1763, agregando sobriamente que incluso “el más afortunado de nosotros, en nuestro viaje por la vida, frecuentemente se encuentra con calamidades e infortunios, que pueden afligirnos enormemente”[2]. Él concluyó que “fortalecer nuestras mentes” contra estos ataques “debería ser uno de los principales estudios y esfuerzos de nuestras vidas”.
Mientras que en el siglo V Boethius podía afirmar que “Dios es la felicidad misma”[3], para mediados del siglo XIX la fórmula fue invertida a “la felicidad es Dios”. La felicidad terrenal surgió como el ídolo de ídolos, el meollo del sentido de la vida moderna, la fuente de la aspiración humana, el propósito de la existencia, el por qué y el propósito. Si la felicidad no estaba, como dijo Freud, “en el plan de la Creación”[4], estaban aquellos listos a cambiar la obra del Creador para ponerla allí fabricándola, consumiéndola y exportándola en forma de democracia y de economía de libre mercado (materialismo). Como observó el filósofo Pascal Bruckner, “la felicidad es el único horizonte de nuestras democracias contemporáneas”. Como una religión sustituta, el materialismo trasladó a Dios a los centros comerciales.
La felicidad en la cultura occidental
En nuestra cultura, se cree comúnmente que la felicidad se alcanza cuando te vuelves rico, poderoso o popular. Los jóvenes quieren ser aquel ídolo popular del pop, los viejos sueñan con ganarse la lotería. A menudo buscamos felicidad tratando de eliminar toda la tensión, la tristeza y el enfado. Para algunos, la felicidad estriba en terapias que alteran el humor. Eva Moskowitz, una historiadora, ofrece cierta idea de la obsesión estadounidense con el evangelio de la terapia: “En la actualidad, esta obsesión no conoce límites… hay más de 260 [tipos diferentes de] programas de 12 pasos en Estados Unidos”[5].
Una razón por la que tenemos tanto problema para alcanzar la felicidad, es que no tenemos idea de qué es. En consecuencia, tomamos malas decisiones en la vida. Una historia islámica nos ilustra la relación de decisión con felicidad.
“Oh, gran sabio Nasrudin” dijo
el estudiante impaciente, “debo formularte una
pregunta muy importante, cuya respuesta
buscamos todos: ¿Cuál es el
secreto para lograr la felicidad?”
Nasrudin pensó por un rato,
luego respondió: “El secreto de
la felicidad está en las buenas decisiones”.
“¡Ah!”, dijo el estudiante. “Pero, ¿cómo
aprendemos a tomar buenas decisiones?
“Con la experiencia”, respondió
Nasrudin.
“Sí”, dijo el estudiante. “Pero, ¿cómo
obtenemos experiencia?”
“Tomando malas decisiones”.
Un ejemplo de que tomamos buenas decisiones es saber que las comodidades materialistas por sí mismas no conducen a una felicidad duradera. Habiendo llegado a esa conclusión por nuestro propio juicio, no nos enquistamos en nuestras comodidades. Continuamos ansiando una felicidad que parece fuera de alcance. Hacemos más dinero creyendo que es la forma de ser felices, y en el proceso descuidamos a nuestra familia. Muchos grandes eventos con que soñamos producen menos felicidad por menos tiempo de lo que esperábamos. Además de obtener menos felicidad de la que esperamos, con frecuencia no sabemos exactamente lo que queremos, lo que nos hará felices o cómo conseguirlo. Juzgamos mal.
La felicidad duradera no proviene de “hacerla”. Imagina que alguien pudiera chasquear sus dedos y darte fama, fortuna y ocio. ¿Serías feliz? Estarías eufórico, pero a corto plazo. Gradualmente te adaptarías a tu nueva circunstancia y la vida volvería a su mezcla normal de emociones. Los estudios muestran que los ganadores de grandes premios de lotería, después de unos pocos meses no son más felices que la persona promedio. Para recuperar la alegría, ahora necesitarías un nivel aún más elevado.
Considera, también, cómo la hemos “hecho”. En 1957, nuestro ingreso por persona, expresado en dólares estadounidenses actuales, era menos de $8.000. Actualmente es de $16.000. Con el doble de ingresos, ahora tenemos el doble de bienes materiales que el dinero puede comprar –incluyendo el doble de autos por persona. También tenemos hornos microondas, televisores a color, reproductores de video, máquinas contestadoras, y $12.000 millones al año de zapatos atléticos de marca.
Entonces, ¿ahora somos más felices? No. En 1957, el 35% de los estadounidenses le dijo al Centro de Investigación de Opinión Nacional que era “muy feliz”. En 1991, solo el 31% dijo lo mismo[6]. Entre tanto, los índices de depresión se han elevado.
El Profeta de Dios dijo:
“El verdadero enriquecimiento no tiene que ver con la posesión de una gran cantidad de riqueza, sino que el verdadero enriquecimiento es el enriquecimiento del alma” (Sahih Al Bujari).