¿La Divinidad de Jesús? Una investigación

Por Lawrence B. Brown, MD

Descripción: Una mirada a los versos de la Biblia, viendo si sustentan o niegan la divinidad de Jesús.

El hombre fue creado para adorar y obedecer; pero si no se le dan órdenes, si no se le indica nada que adorar, tomará sus propios ídolos, y obedecerá sus pasiones dejándose dominar por ellas.

(Benjamín Disraeli, Coningsby)

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La diferencia sustancial entre las verdaderas enseñanzas de Jesús y la doctrina trinitaria, radica en la elevación de Jesús al rango de divinidad. Este “estado” de divinidad es negado por el evangelio:

¿Por qué me llaman Dios? Sólo existe una divinidad: es Dios mismo. Mateo 9:17; Marcos 10-18 y Lucas 18:19

Mi Padre es más grande que yo. (Juan 14:28)

Yo no hago nada por mí mismo, mi Padre me guía, y hablo de acuerdo a ello. (Juan 8:28)

Sería absurdo, y se los digo yo, que el hijo pudiera hacer algo por sí mismo. (Juan 5:19)

Yo lo conozco, provengo de Él y Él me envió. (Lucas 10:16)

Y ahora volveré a Quien me envió. (Juan 16:5)

Le preguntaron a Jesús y dijo: “mi doctrina, no la he inventado yo, proviene de Quien me envoi.” (Juan 7:16)

Yo no hablo por mi propia autoridad, sino por la del Padre, que me ha enviado y me ha ordenado qué decir y cómo hablar. (Juan 12:49)[1]

A pesar de todo esto, ¿qué afirma la doctrina paulista? Afirma que Jesús es parte de una trinidad y una parte de la divinidad, Dios hecho carne. ¿Qué debería creer una persona entonces?

Lo que Jesús dijo al respecto es esto:

¡Oh, Israel! Tu Dios, El Señor, es Dios y es Uno. (Marcos 12:29)

Y el día y la hora final, no es conocida ni en los cielos ni en la tierra, ni la conocen los ángeles, ni el hijo, sólo la conoce el Padre. (Marcos 13:32)

Ustedes deben adorar al Señor, vuestro Dios, y servirle sólo a Él. (Lucas 4:8)

Mi sustento proviene de Aquel que me ha enviado. (Juan 4:34)

Yo no hago nada siguiendo mis impulsos, sino la voluntad de Quien me envió, y no sigo mi voluntad sino la voluntad de Quien me ha enviado (Juan 5:30)

Cuando yo descienda de los cielos, no será por mi voluntad, sino por la de Quien me ha enviado. (Juan 6:38)

Mi doctrina no es mía, es de Quien me ha enviado. (Juan 7:16)

Yo ascenderé hacia mi Padre y vuestro Padre, hacia mi Dios y vuestro Dios. (Juan 20:17)

Estos versos dejan muy claro que Jesús nunca se presentó como una divinidad, bien al contrario, fue el primero en negarlo.

En las palabras de Joël Carmichael: “La idea de esta nueva religión, con él como su deidad, era algo que él [Jesús] nunca podría haber predicado”. Charles Guignebert dijo: “A él nunca se le hubiese cruzado algo así por la mente”[2].

Entonces, si Jesús no dijo ser una divinidad, ¿qué era exactamente? Él mismo respondió a esta pregunta:

“Un profeta no es desmentido excepto en su propio país, entre sus propios parientes, y en su propia casa”. (Marcos 6:4)

“Pero Jesús les dijo: “Un profeta no es desmentido excepto en su propio país y en su propia casa.” (Mateo 13:57)

“No puede ser que un profeta deba perecer fuera de Jerusalén”. (Lucas 13:33)

Aquéllos que lo conocieron, decían: “Este es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea” (Mateo 21:11), y “Un gran profeta ha surgido entre nosotros…” (Lucas 7:16). Los discípulos reconocieron a Jesús actuando como “un profeta de hechos…” (Lucas 24:19). También véase Mateo 14:5, 21:46, y Juan 6:14. Si estas declaraciones fueran inexactas, ¿por qué Jesús no los corrigió? ¿Por qué él no declaró su divinidad si hubiera sido divino?  Cuándo la mujer le dijo: “Señor, yo atestiguo que eres un profeta” (Juan 4:19), ¿por qué él no le agradeció su expresión humilde, pero aclaró que era más que un profeta?

¿Entonces Jesús, El Cristo era meramente un hombre? Una mirada simple respondería: ¿por qué no? En Hechos 2: 22 dice: Jesús de Nazaret, era un hombre colmado por Dios de milagros, maravillas y señales, porque Dios hizo de él su medio, y de ustedes también, sépanlo.

Jesús dijo: Y ahora quieren matarme a mí, un hombre que les dijo lo que le reveló Dios (Juan 8:40).

Esto aparece de manera similar en el Corán:

“[El niño] dijo: “En verdad, soy un siervo de Dios. Él me ha entregado la revelación y ha hecho de mí un profeta.” (Corán 19:30)

Por lo tanto, ¿Jesús era “siervo de Alá (es decir, sirviente del Dios Único)?” Según la Biblia, sí. O por lo menos, eso es lo que nosotros entendemos de Mateo 12:18: “¡Miren! Mi sirviente a quien yo he escogido…”. Además, está todo lo dicho en el libro de Hechos de los Apóstoles: el crecimiento de la iglesia temprana durante los primeros treinta años luego del ministerio de Jesús, y en ninguna parte en los Hechos, los discípulos de Jesús lo llaman “Dios”. Por el contrario, ellos se refirieron a Jesús como un hombre, el siervo de Dios.[3]

De hecho, el único verso del Nuevo Testamento que parecería apoyar la doctrina de la Encarnación es Tomás 3:16[4].  Sin embargo, con respecto a este verso que se interpretó como “Dios era manifiesto en la carne”, la iglesia de Oriente dice: “Esta expresión fuerte podría justificarse por el idioma de San Pablo, pero actualmente nos engañamos por nuestras biblias modernas. La palabra correcta en griego era “quien” pero fue traducida como “Dios” en Constantinopla a principios del siglo sexto. La lectura correcta que se observa en el latín y versiones Siríacas difieren del texto en griego, así como de los textos de los padres de la iglesia latinos, y este fraude fue descrito admirablemente por Isaac Newton”[5].

¿Un fraude? Hay una palabra fuerte en esta exposición ahora. Pero si atendemos a las descripciones más rigurosas de la historia de las escrituras, descubrimos que “algunos pasajes del Nuevo Testamento se modificaron precisamente para hacer énfasis en que Jesús era divino”[6].

¿La Biblia fue modificada? ¿Por razones doctrinales? Difícilmente podemos encontrar una palabra más apropiada que “fraude” para esto.

En el capítulo “Las Alteraciones Teológicamente Motivadas del Texto”, en su libro “Describiendo a Jesús”, el Profesor Ehrman acepta la corrupción de Tomás 3:16, que no sólo descubrió Sir Isaac Newton sino también Johann J. Wettstein. En las palabras de Ehrman: “Un traductor más tarde había alterado el texto original, para que ya no se leyera “quién” sino “Dios” (se hizo manifiesto en la carne). En otros términos, este corrector cambió el texto de una manera tal que le atribuyó la divinidad a Cristo…. Nuestros manuscritos más antiguos y correctos, sin embargo, hablan de Cristo ‘quién’ era el manifiesto hecho carne, sin llamar a Jesús, explícitamente ni implícitamente, Dios”[7].

Ehrman hace hincapié en que esta corrupción es evidente en cinco manuscritos griegos antiguos, todos copia del primero corrompido y no de los manuscritos más antiguos y correctos de la Biblia; y fueron estos textos alterados los copiados en otros manuscritos medievales y en las traducciones inglesas tempranas[8]. Por consiguiente, de los tiempos medievales en adelante, los principios de fe cristiana han sufrido la influencia de una iglesia que se consagró más a la política que a la realidad*.

Ehrman agrega: “Cuando Wettstein continuó sus investigaciones, descubrió que los textos alterados presentaban notorias deficiencias lingüísticas, que los traductores y  copistas intentaban corregir interpretando a favor de la deificación de Cristo”[9].

Debido a todo lo anterior, no debería sorprender que el Cristianismo del siglo XX se haya resistido a incluir a aquéllos que niegan la supuesta divinidad de Jesús. Una señal evidente de esta actitud, es el artículo del London Day News: “Más de la mitad de los obispos anglicanos de Inglaterra dicen que no se obliga a los Cristianos a que crean que Jesús era Dios, según un estudio publicado recientemente”.

Ya no se trata de algún clérigo aislado clamando que Jesús no era Dios, sino de la palabra de los obispos, ¿y a quién creerían los laicos cristianos, sino a los obispos?

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