La carta del Profeta al Emperador de Bizancio (parte 2 de 3): La recepción

Por Jeremy Boulter (© 2011 IslamReligion.com)

Descripción: Los portentos y noticias del Profeta del Islam que llegaron a Heraclio y su confirmación de las credenciales del autor de la carta.

Heraclio recibe noticias de Muhammad

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Ibn An-Natur era el gobernador de Jerusalén designado por Heraclio, que era la cabeza de los cristianos en la Gran Siria. Ibn An-Natur narró que una vez, mientras estaba en Jerusalén:

“Heraclio se levantó por la mañana triste. Alguno de los sacerdotes le preguntó por qué…

(Siendo uno de los que practicaba la astrología, Heraclio había estado intentando trazar un mapa del futuro.)

En respuesta a la pregunta, dijo: ‘Anoche estaba mirando las estrellas, y vi que había aparecido un líder entre los que practican la circuncisión (y va a conquistar todo delante de sí). ¿Quiénes son los que practican la circuncisión?’

El sacerdote respondió: ‘Excepto los judíos, nadie practica la circuncisión, y no debes tener miedo de ellos, sólo da la orden y todos los judíos que hay en tu reino serán exterminados’.

Mientras discutían esto, un mensajero enviado por el rey de Ghassan[1]  ingresó para transmitir noticias sobre el Mensajero de Dios a Heraclio.

(Estas noticias puede haber sido la carta del Profeta)

Habiendo escuchado las noticias, Heraclio ordenó al sacerdote verificar si el mensajero de Ghassan estaba circuncidado. Luego de hacerle un examen físico, ellos reportaron que el hombre estaba circuncidado. Heraclio entonces preguntó al mensajero sobre las costumbres de los árabes. El mensajero respondió: ‘Los árabes también practican la circuncisión’.

Luego de escuchar esto, Heraclio dijo: ‘El reinado de los árabes ha comenzado y está a punto de manifestarse’”[2].

La siguiente historia fue tomada de las narraciones hechas por los compañeros del Profeta. Esta historia fue contada por Abu Sufian a Abdullah Ibn Abbas, quien se la narró también a otros[3]. Ibn Abbas era un estudiante muy devoto de Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, y un erudito muy respetado.

El encuentro de Abu Sufian con Heraclio Cesar

En el año 629 d.C., tres años antes de la muerte del Mensajero de Dios, Heraclio reconquistó Jerusalén, cargando triunfantemente lo que se dijo era la cruz original que veneraban los cristianos, y que Cosroes II había tomado como botín 15 años antes[4]. Mientras residía allí, la carta de Muhammad fue enviada, quizá un año antes llegó a sus manos. Cuando la leyó, él solicitó la presencia de alguien que perteneciera a la gente del autor en el territorio que él controlaba, y le informaron sobre la caravana de Abu Sufian de La Meca, que se encontraba comerciando en las cercanías. Él, junto a sus compañeros, fue citado a la corte del Emperador en Jerusalén. Abu Sufian se presentó ante Heraclio, quien se encontraba rodeado de su corte.

Las preguntas hechas por Heraclio y sus respuestas

Heraclio llamó a su intérprete para cuestionarlos, y preguntó quién era el familiar más cercano en parentesco entre ellos al hombre que decía ser profeta.

Abu Sufian contestó: “Yo soy su familiar más cercano (en este grupo)”.

Heraclio: “¿Cuál es tu grado de parentesco?”

Abu Sufian dijo: “Él es mi primo lejano”[5].

Dijo Heráclio: “¡Acérquenlo!”, y los compañeros de Abu Sufian fueron puestos a su espalda. Luego le dijo a su interprete: “Dile a sus compañeros que voy a interrogarlo sobre el hombre que dice ser profeta; así que, si me miente, inmediatamente desmientan sus palabras”.

“¿Cuál es su linaje entre vosotros?”. Preguntó el Emperador Romano.

 “Él es de buen linaje entre nosotros”. Dijo Abu Sufian.

Luego, el emperador preguntó: “¿Alguien ha clamado antes de él lo que él reclama ahora? ¿Ha habido algún rey entre sus antepasados? ¿Acaso vosotros lo habéis acusado de mentiroso antes de que dijera lo que dice?”

A todo ello respondió Abu Sufian: “No”.

Preguntó: “¿Y quienes lo siguen? ¿Los poderosos o los débiles?”

Dijo Abu Sufian: “Los débiles”.

Preguntó: “¿Aumenta o disminuye (el número de sus seguidores)?” Contestó: “Aumentan”.

Preguntó: “¿Alguno ha renegado de su religión después de haberla aceptado?”

Contestó: “No”.

Pregunto Heraclio: “¿Él ha roto los pactos?”

Contestó: “No, pero acabamos de pactar una tregua y no sabemos ahora qué es lo que va a hacer”.

Preguntó: “¿Vosotros le habéis hecho la guerra?”

Contestó: “Sí”.

Dijo: “¿Y cómo ha ido la guerra con él?”

Contestó: “A veces él gana las batallas y otras veces nosotros las ganamos”.

Dijo Heraclio: “¿Qué os ordena?”

“Nos ordena adorar sólo a Dios y no asociar nada con Él, renunciar a los ídolos que nuestros ancestros solían adorar. Nos ordena rezar, hacer caridad, ser castos (dentro del matrimonio), cumplir nuestras promesas y tratar bien a nuestros parientes”.

Abu Sufian admitió después que él hubiera mentido sobre el Profeta si no hubiera temido a la vergüenza de tener a sus colegas (escuchando detrás de él) y que se difundiera que era un mentiroso. Por lo que contestó tan verazmente como pudo. También, mencionó la parte en la que él temía una traición de Muhammad y quienes le seguían porque esa fue la mejor oportunidad que tuvo para deslizar un concepto negativo sobre él.

El Emperador evalúa el interrogatorio

Luego de interrogar a Abu Sufian sobre el Profeta, Heraclio decide comunicarle sus conclusiones sobre el encuentro. Su intérprete tradujo su análisis.

Dijo: “Te he preguntado sobre su abolengo y afirmaste que él tiene entre vosotros el mejor linaje. Y así es como los mensajeros son suscitados: entre los más nobles de su pueblo.

Te pregunté si alguien había sostenido lo mismo (su condición de profeta) antes que él, y tú afirmaste que no. Si hubieras dicho que otros hicieron antes tal afirmación, yo hubiera pensado que es un hombre que se deja llevar por lo que se dijo con anterioridad.

Te pregunté: ¿Acaso lo acusabais de mentiroso antes de que dijera lo que dice? Dijiste que no. Entonces supe que si no mentía sobre la gente, menos mentiría sobre Dios.

Te he preguntado si hubo algún rey entre sus antepasados y afirmaste que no. Si lo hubiera habido, pensaría que es un hombre reclamando el reino de sus antepasados.

Te pregunté sobre sus seguidores, si son de los débiles o de los poderosos. Dijiste que son de los débiles. Y así son los seguidores de los mensajeros.

Te pregunté: ¿Alguien ha renegado de su religión después de haberla aceptado? Afirmaste que no. Así es la fe cuando entra en la profundidad del corazón.

Te pregunté: ¿Aumentan o disminuyen (sus seguidores)?, y tú afirmaste que aumentaban. Así es la fe cuando se perfecciona.

Te pregunté si habías estado en guerra con él y afirmaste que sí, y que la guerra entre él y vosotros había sido oscilante, a veces lo favorecía a él y a veces a vosotros. Así son probados los mensajeros antes de que llegue la victoria final.

Te pregunté si rompía sus pactos y tú dijiste que no. Así son los mensajeros, ellos nunca rompen sus pactos.

Luego, te pregunté qué les ordenaba, y has dicho que él les ordena adorar sólo a Dios y no asociar nada con Él, renunciar a los ídolos que sus ancestros solían adorar. Les ordena rezar, hacer caridad, ser castos (dentro del matrimonio), cumplir las promesas, y eso es lo que ordena un profeta”.

Esto demuestra que el César de los Bizantinos reconoció a Muhammad como un mensajero de Dios.

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