- Por Aisha Stacey (© 2014 IslamReligion.com)
Descripción: El arma del creyente.
Duá —una palabra árabe transcrita aquí al alfabeto latino—. Tres letras que conforman una palabra y un tema que es grande e impresionante. Esta palabra, duá, podría ser traducida aproximadamente como súplica o invocación. Sin embargo, ninguna palabra puede definir adecuadamente la duá. Súplica, que significa comunicación con una deidad, es más cercana que “invocación”, pues esta palabra es conocida por implicar a veces el convocar a espíritus o demonios.
En la terminología islámica, duá es el acto de suplicar. Es invocar a Dios, es una conversación con Dios, nuestro Creador, nuestro Señor, el Omnisapiente, el Todopoderoso. De hecho, la palabra deriva de la raíz árabe que significa llamar o convocar. Duá es elevar, empoderar, liberar y transformar, y es uno de los actos de adoración más poderosos y efectivos en el que un ser humano pueda tomar parte. La duá ha sido llamada “el arma del creyente”. Ella afirma la creencia de la persona en Un Dios, y por tanto rechaza toda forma de idolatría y politeísmo. La duá es esencialmente, sumisión a Dios y una manifestación de la necesidad de Dios que tiene la persona.
El Profeta Muhammad, que Dios lo bendiga, dijo: “Un siervo se hace más cercano a su Señor cuando está en postración. Así que aumenten las súplicas durante las postraciones”[1]. “La súplica de cada uno de ustedes será concedida si no se impacienta y no dice: ‘Le supliqué a mi Señor pero mi oración no fue escuchada’”[2].
Entendiendo ya lo que es exactamente la duá, sería fácil para alguien de origen cristiano pensar que se refiere a la oración. La duá de seguro mantiene semejanzas con la oración de los cristianos, sin embargo, no debe confundirse con lo que los musulmanes llaman oración. En árabe “oración” es salah, uno de los pilares del Islam, y al realizar las cinco oraciones diarias un musulmán se involucra en una forma física de duá, pidiéndole a Dios que le otorgue el Paraíso a través de sus actos. En todas las partes de la oración, uno también le suplica directamente a Dios.
Para los musulmanes, la oración es un conjunto de movimientos y palabras rituales realizado en unos momentos específicos, cinco veces al día. Dios dice en el Corán: “La oración ha sido prescrita a los creyentes para ser realizada en horarios específicos” (Corán 4:103). Los musulmanes rezan temprano en la mañana antes del amanecer, a mediodía, por la tarde, al ocaso y por la noche. La oración es un acto de adoración en el cual un musulmán reafirma su creencia en Un Dios y demuestra su gratitud. Es una conexión directa entre Dios y el creyente, y es una obligación.
La duá, por otro lado, es una forma que tienen los musulmanes de sentir esa conexión con Dios en cualquier momento y lugar. Los musulmanes invocan con frecuencia a Dios a lo largo del día y de la noche. Elevan sus manos en súplica y piden por Su ayuda, misericordia y perdón. La duá incorpora alabanza, agradecimiento, esperanza, y pedir a Dios que ayude a quien está necesitado y le conceda sus pedidos.
La duá puede ser hecha por el individuo, su familia, amigos, extraños, aquellos en circunstancias extremas, por los creyentes e incluso por el conjunto de la humanidad. Cuando se hace duá, es aceptable pedir por el bien en esta vida mundanal y el en más allá. Una persona que hace duá no debería contenerse, sino pedirle a Dios que le conceda tanto sus pedidos pequeños como los más grandes.
El Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, animó a los creyentes a hacer duá. Dijo: “La duá de un musulmán por su hermano en su ausencia es aceptada rápidamente. Un ángel es designado a su lado. Siempre que haga una duá benéfica por su hermano, el ángel designado dice: ‘Amén, y que tú también seas bendecido con lo mismo’”[3].
Aunque hacer duá no es una obligación, hay muchos beneficios en hacer duá a Dios con frecuencia y con total sumisión. Sentir la cercanía de Dios que viene con la duá sincera, incremente la fe, da esperanza y alivio al afligido, y salva al suplicante de la desesperación y el aislamiento. A través de todo el Corán, Dios anima al creyente a invocarlo, Él nos pide que pongamos nuestros sueños, esperanzas, temores e incertidumbres ante Él y que estemos seguros de que Él escucha cada una de nuestras palabras.
“Solo a Ti te adoramos y solo de Ti imploramos ayuda”. (Corán 1:5)
“Su Señor dice: ‘Invóquenme, que responderé [sus súplicas]’. Pero quienes por soberbia se nieguen a adorarme, ingresarán al Infierno humillados”. (Corán 40:60)
“Di: ‘¡Oh, siervos míos que están sumidos en el pecado [perjudicándose a sí mismos]! No desesperen de la misericordia de Dios. Dios tiene poder para perdonar todos los pecados. Él es el Perdonador, el Misericordioso’”. (Corán 39:53)
“Diles: ‘Ya sea que Lo invoquen diciendo: ¡Oh, Dios!, ¡oh, Compasivo!, o cualquier otro nombre con el que Lo invoquen, Él los oirá. Sepan que Él posee los nombres [y atributos] más sublimes’”. (Corán 17:110)
“Y si Mis siervos te preguntan por Mí [¡oh, Muhammad!, diles] que estoy cerca de ellos. Respondo la súplica de quien Me invoca. [Entonces] que me obedezcan y crean en Mí, que así se encaminarán”. (Corán 2:186)
El Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, llamó a la duá “la esencia de la adoración”[4]. También sugirió que el creyente sea humilde pero firme cuando hace duá, y dijo: “Cuando uno de ustedes suplica, no debería decir: ‘¡Oh, Dios!, perdóname si así quieres’, sino que debe ser firme en pedir y no quedarse corto en mencionar lo que desea, pues lo que Dios da no es nada grande para Él.”[5]
Cuando hacemos duá, cuando invocamos a Dios en nuestros momentos de necesidad o para expresarle nuestra gratitud, o por cualquier otra razón, incluyendo el simple bienestar de estar cerca a Dios, debemos recordar examinar nuestra sinceridad y verificar nuestra intención. La duá debe ser dirigida solo a Dios, Quien no tiene compañeros, hijas, hijos, socios ni intermediarios. Nuestra intención cuando hacemos duá debe ser complacer a Dios, obedecerlo y confiar en Él por completo.
Cuando una persona hace duá, Dios puede darle lo que pidió o puede quitarle un daño que es mayor que aquello que pidió, o puede guardarle lo que ha pedido para el Más Allá. Dios nos ha ordenado que Lo invoquemos y Él ha prometido responder a nuestros llamados. En el siguiente artículo, revisaremos la etiqueta de hacer duá y veremos por qué a veces la duá parece quedarse sin respuesta.