Por Aisha Stacey (© 2014 IslamReligion.com)
Descripción: Un erudito judío reconoce eventos predichos en la Tora y acepta el Islam.
En 622 d. C. el Profeta Muhammad (que la paz y las bendiciones de Dios sean con él) y la mayoría de la comunidad musulmana, emigraron de La Meca a Medina. En aquella época, Medina era conocida como Iazrib. No era tanto una ciudad sino una serie de fortalezas y bastiones donde varias facciones políticas estaban unidas por alianzas tenues. Medina era gobernada por dos grandes tribus árabes, los Jazray y los Aws.
Un grupo de líderes influyentes invitó al Profeta Muhammad y a sus seguidores a Medina. Cuando el Profeta Muhammad llegó allí, la mayoría de los clanes judíos estaban preocupados, por decir lo menos. Durante este tiempo, algunos de los judíos de Medina aceptaron el Islam, de los cuales el más famoso fue Abdullah Ibn Salam, un reconocido y respetado erudito religioso y rabino.
Husain Ibn Salam, como se le conocía entonces, era conocido por ser un hombre religioso, dedicado al estudio y la meditación. También trabajaba en su pequeña plantación de dátiles, pero organizaba su tiempo de modo tal que su estudio y devoción religiosos siempre tenían prioridad. Estudió la Tora en detalle, aunque los registros históricos parecen indicar que el estudio del Talmud tuvo un papel muy pequeño en el Judaísmo de la Península Arábiga en esa época. Sin embargo, a causa de su estudio, Husain era consciente de los versículos de la Tora que mencionan a un Profeta que completaría el mensaje de todos los profetas anteriores. Cuando escuchó los reportes de un hombre en La Meca que proclamaba ser ese Profeta, el Mensajero de Dios, se interesó en ello al instante.
En tradiciones auténticas y en la traducción de las propias palabras de Husain /Abdullah, encontramos el siguiente pasaje: “Cuando me enteré de la aparición del Mensajero de Dios, comencé a hacer averiguaciones acerca de su nombre, su genealogía, sus características, su época y lugar, y comencé a comparar dicha información con lo que se encuentra en nuestros libros. A partir de estas pesquisas, me convencí de la autenticidad de su Profecía, y afirmé la veracidad de su misión”.
Durante algún tiempo, quizás años, Husain Ibn Salam continuó estudiando su escritura y escuchando noticias del Profeta Muhammad. Entonces, en 622 d. C., corrieron emisarios por las calles de Medina anunciando que el Mensajero de Dios estaba en Quba, a poca distancia de allí. Las historias relatan que Husain estaba en su plantación de dátiles, trepado en lo alto de una palmera. Cuando escuchó la noticia, gritó Allahu Akbar (Dios es el más grande). Su anciana tía pudo escuchar la emoción en su voz y lo regañó diciéndole que no podría estar más emocionado si Moisés mismo estuviera a punto de entrar a la ciudad.
Estas palabras fueron correctas, pues Husain Ibn Abdullah era de la opinión de que Muhammad era el hermano de Moisés, ya que ambos fueron profetas. Sin dudarlo, Husain se unió a las multitudes que abarrotaban las calles, esperando conocer y saludar al Profeta Muhammad. Husain relata que se metió a empujones en la multitud con el anhelo de estar cerca del hombre por el que había estado esperando. Las primeras palabras que Husain escuchó de labios del Profeta Muhammad fueron: “¡Oh, gentes! Difundan la paz… Compartan la comida… Recen durante la noche mientras otros duermen… y entrarán en paz al Paraíso…”[1].
Husain miró en los ojos del Profeta de Dios, examinó su rostro y dijo con absoluta certeza: “No hay divinidad merecedora de adoración excepto Al-lah, y Muhammad es el Mensajero de Al-lah”. Al oír las palabras que salían espontáneamente de los labios de este hombre, el Profeta se volvió hacia él y le preguntó con voz gentil pero firme: “¿Cómo te llamas?” Husain le respondió: “Husain Ibn Salam”. “A partir de este día”, le dijo el Profeta Muhammad, “serás conocido como Abdullah Ibn Salam”.
Pie de página:
[1] At-Tirmidi e Ibn Máyah.