- Por Aisha Stacey (© 2014 IslamReligion.com)
Descripción: La etiqueta de hacer duá.
La duá es esencialmente, sumisión a Dios y una señal de nuestra necesidad de Dios. La duá ha sido llamada el arma del creyente, pues aumenta la fe, da esperanza y alivio al afligido, y salva al suplicante de la desesperación y el aislamiento. Y quizás lo más importante es que Dios ama que le pidamos y nos anima a invocarlo por todas nuestras necesidades, deseos y anhelos.
El reconocido erudito islámico Imam Ibn Al Qaim describió así la duá: “La duá y las oraciones para buscar refugio en Dios son como un arma, y un arma solo es buena si la persona la utiliza; no es simplemente un asunto de cuán afilada esté. Si el arma es perfecta, sin defectos, y el arma o la persona que la utiliza es fuerte, y no hay nada que lo detenga, entonces él puede derrotar al enemigo. Pero si alguna de estas tres características falla, entonces el efecto será incompleto en consecuencia”.
Es pues de nuestra incumbencia, que cuando hagamos nuestra duá la hagamos de la mejor forma posible. Como una forma de afilar metafóricamente nuestra espada, debemos esforzarnos por invocar a Dios de la mejor manera y con los mejores modales. Hay una etiqueta para hacer duá. Seguir dicha etiqueta es una indicación de que una persona es sincera y se esfuerza por maximizar sus posibilidades de que Dios acepte la duá, Quien dice: “Respondo la súplica de quien Me invoca” (Corán 2:186).
Una creencia firme y constante en la Unicidad de Dios (Tawhid) es un ingrediente esencial para la duá. La sinceridad y la buena voluntad para aceptar que solo Dios es capaz de cambiar el curso de los eventos y de conceder nuestras peticiones, también son necesarias. El suplicante debería invocar a Dios con ilusión y urgencia, pero permaneciendo humilde y tranquilo, sin estar exasperado ni aburrido. El Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, gustaba de hacer su duá tres veces y también pedía perdón tres veces[1].
Alabar a Dios de la forma en que Él merece ser alabado es el punto de partida para una persona que hace duá. Mientras el Profeta Muhammad estaba sentado, llegó un hombre, rezó y dijo: “¡Oh, Dios!, perdóname y ten misericordia de mí”. El Profeta Muhammad lo escuchó y dijo: “Te has precipitado demasiado, ¡oh, adorador! Cuando hayas terminado de rezar y te hayas sentado, alaba a Dios como Él merece ser alabado, y pide bendiciones para mí, luego eleva tu duáa Él”[2]. El Profeta Muhammad también recomendó levantar las manos al hacer la duá. Dijo: “Tu Señor, alabado y glorificado sea, es Gentil y es el Más Generoso, Él es demasiado amable como para dejar que su siervo, cuando levanta las manos hacia Él, las regrese vacías”[3].
Alabar a Dios en la forma que Él merece ser alabado, en esencia significa reconocer Su Unidad y Unicidad. Él es el Primero, el Último, el Principio y el Fin. Solo Él tiene el Poder y la Fuerza. Reconoce esto y envía bendiciones al Profeta Muhammad, antes de suplicarle a Dios.
Cuando el suplicante extiende sus manos hacia Dios, debe hacerlo con humildad. Dios nos dice en el Corán que la humildad es una cualidad deseable, que el creyente debe pedirle a su Señor con una mezcla de esperanza y temor. La esperanza de que Dios escuchará su duá y lo mantendrá a salvo de las pruebas y tribulaciones de la vida, y temor de que sus actos disgusten a su Señor.
“Invoquen a su Señor con humildad en privado”. (Corán 7:55)
“Los agracié porque siempre se apresuraban a realizar obras buenas, Me invocaban con temor y esperanza, y eran humildes ante Mí”. (Corán 21:90)
“Recuerda a tu Señor en tu interior con sometimiento y temor, e invócalo con voz baja por la mañana y por la tarde”. (Corán 7:205)
Los mejores momentos para hacer duá incluyen el instante justo antes del Fayer (oración del alba), en el último tercio de la noche, durante la última hora del viernes (es decir, la última hora antes de la oración del ocaso), cuando está lloviendo, y entre la llamada a la oración y el iqamah (la llamada inmediatamente antes de que comience la oración). Otro momento excelente para hacer duá es cuando el creyente está en postración.
El creyente debe esforzarse por utilizar las palabras más claras y concisas cuando realiza sus súplicas. Las mejores duás son las que usaron los profetas; sin embargo, es permisible decir otras palabras de acuerdo con las necesidades específicas del suplicante. Hay muchas colecciones maravillosas de duás auténticas, y los creyentes deben tener un cuidado especial para autenticar las duás que utilizan para suplicarle a Dios.
Cuando se hace duá es importante decir aquellas auténticas que se encuentran en el Corán o en las tradiciones del Profeta Muhammad, o las palabras que le lleguen espontáneamente a uno a la mente cuando está buscando la protección o el perdón de Dios. No está permitido establecer un lugar, momento o número de repeticiones específicos para hacer duá. Hacer eso sería un acto de innovación en la religión del Islam, y ese es un asunto serio.
Por ejemplo, cuando uno se vuelve hacia Dios en su momento más oscuro o en un momento de alegría, habla desde su corazón con sinceridad y amor. Una persona nunca debe temer conversar con Dios, poniendo frente a Él su corazón, sus anhelos, su amor, sus temores y sus deseos. Sin embargo, si uno comienza a realizar rituales extraños, como hacer duá 30 veces los miércoles después de la oración de la tarde, entonces comienzan los problemas. Como regla general, la duá debe ser espontánea, o realizada según lo narrado auténticamente. Esto no es complicado, el Islam sin rituales ni supersticiones creados por el hombre, es pura devoción a Dios, y es fácil y reconfortante.
Para cerrar el artículo de esta semana, vamos a nombrar situaciones en las que la duá tiene más probabilidad de ser aceptada. Estas situaciones incluyen, cuando uno es maltratado u oprimido, cuando está de viaje, cuando está ayunando, cuando tienen una necesidad desesperada, y cuando un musulmán hace duá por su hermano ausente.