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Descripción: Explicación de uno de los bellos nombres de Dios, Al Muyib, el que infunde esperanza en nosotros y nos consuela, haciéndonos dar cuenta de que no estamos solos.
Este nombre de Dios se encuentra en la siguiente aleya coránica: “Imploren Su perdón y arrepiéntanse, porque mi Señor está próximo [cuando Lo invocan] y responde sus súplicas” (Corán 11:61).
Dios responde las súplicas de aquellos que Le imploran. Da alivio a quienes buscan refugio en Él y aplaca sus miedos. Responde incluso los ruegos de los incrédulos y de los desinteresados cuando, en medio de la desesperación, Lo invocan:
“Él es Quien facilitó que puedan transitar por la tierra y por el mar. Cuando navegan con buenos vientos se complacen, pero si los sacude una fuerte tormenta y las olas los golpean por todos lados y creen que ya no tienen salvación, entonces invocan solamente a Dios con toda sinceridad, diciendo: ‘Si nos salvas de esta seremos de los agradecidos’. Pero cuando Dios los salva, Lo desobedecen nuevamente sembrando la corrupción en la Tierra con injusticias” (Corán 10:22-23).
Dios le respondió a Noé (la paz sea con él) en su angustia, salvándolo a él y a sus seguidores en el arca, cuando ahogó a los pecadores en el Diluvio: “Cuando Noé Me invocó, ¡y qué mejor que invocar a Quien responde todas las súplicas!, lo salvé a él y a su familia de la gran angustia” (Corán 37:75-76).
Dios respondió las súplicas de Job (la paz sea con él): “[El Profeta] Job invocó a su Señor: ‘[¡Oh, Dios! Tú bien sabes que] he sido probado con enfermedades, pero Tú eres el más Misericordioso’. Respondí su invocación y lo curé de sus enfermedades, y le di nueva descendencia, multiplicándola como misericordia de Mi parte y como recuerdo para los adoradores devotos” (Corán 21:83-84).
Dios respondió los ruegos de Jonás (la paz sea con él) cuando gritó desde el vientre de la ballena: “[El Profeta] Jonás, cuando se marchó enojado [con la gente de su pueblo que se negaron a creer en él], pensó que no lo iba a castigar [por no haber tenido paciencia, pero lo hice tragar por la ballena], e invocó desde la oscuridad [de su estómago]: ‘No hay otra divinidad más que Tú. ¡Glorificado seas! En verdad he sido de los injustos’. Respondí su súplica y lo libré de su angustia. Así salvo a los creyentes” (Corán 21:87-88).
Del mismo modo, Dios respondió las súplicas de Abraham, Zacarías, Juan el Bautista, Jesús, y de todos Sus profetas y mensajeros (la paz sea con todos ellos). Ellos rogaban a su Señor con la mayor humildad y sinceridad, así que Él, en Su infinita gracia, los salvó, guio, honró y aceptó sus peticiones.
Dios es Quien responde las súplicas de aquellos que Le ruegan y ponen sus esperanzas solo en Él. Solo Dios es Aquel a quien deben ser dirigidas todas las oraciones y súplicas.
“Su Señor dice: ‘Invóquenme, que responderé [sus súplicas]’. Pero quienes por soberbia se nieguen a adorarme, ingresarán al Infierno humillados” (Corán 40:60).
Dios nos ha pedido que Le supliquemos y ha prometido responder a nuestras oraciones. Es por esto que Omar solía decir: “No me preocupa que mis súplicas sean respondidas. Me preocupo por mis súplicas en sí mismas”.
En otras palabras, cuando una persona es bendecida para rogarle al Señor, esto es el beneficio en sí mismo. En cuanto a la respuesta, eso es algo que ya está concedido.
“Diles: ‘Solo Dios los puede librar de esas situaciones y de toda otra aflicción. Pero a pesar de eso, luego [cuando se sienten a salvo] vuelven a adorar otras divinidades junto a Él’” (Corán 6:64).
Nuestras súplicas a Dios son un medio para disipar las calamidades y las dificultades, y para atraer bendiciones y oportunidades hacia nosotros. Sin embargo, las súplicas no son la única causa de esos efectos deseados. Hay otras causas que deben ser reconocidas también, incluyendo la relación natural entre causa y efecto.
Dios, en Su sabiduría, sabe qué es lo mejor. Él ha hecho de nuestras súplicas una de las influencias que afectan nuestras vidas, y ha prometido responder a nuestros ruegos. Esto significa que a veces Él nos responde precisamente con lo que pedimos. En otras ocasiones, Él puede evitar que nos caiga una calamidad que estábamos destinados a sufrir. También, Él puede posponer Su respuesta a una súplica nuestra hasta el Día de la Resurrección, y recompensarnos con las bendiciones de ella en ese día en términos de nuestro juicio y recompensa en el Más Allá, teniéndola como un peso a nuestro favor en ese día, cuando nuestras obras sean puestas en la balanza. Esto está garantizado a todos aquellos que Le ruegan a Dios con sinceridad y devoción. Y, por lo general, nuestras súplicas son respondidas en esta vida con justamente lo que pedimos.
Cuando leemos acerca de las vidas de los profetas, somos testigos de muchos casos en los que Dios les respondió sus ruegos. El Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) Le suplicó a Dios a nombre de varios de sus compañeros. Él Le imploró acerca de Ibn Abbás pidiéndole: “¡Oh, Dios! Dale un conocimiento profundo de la religión”. Rogó que Anas Ibn Málik tuviera una larga vida y muchos hijos. Suplicó que Omar Ibn Al Jattab abrazara el Islam y que su fuerza fuera agregada a la comunidad musulmana. Le suplicó a Dios a nombre de muchas de las tribus con las que interactuó, y le rogó a Dios por todos los musulmanes de todas las épocas.
Encontramos muchos relatos, presentes y pasados, de cómo Dios respondió las súplicas de la gente. Dondequiera que las personas creen en Dios, aunque sean pecaminosas en sus actos y equivocadas en su entendimiento religioso, los hallamos hablando de cómo Dios respondió sus oraciones y quitó sus aflicciones. Esto es algo que no se puede negar, es una prueba más de la existencia de Dios y de Su misericordia. Esta es la razón por la que casi no encontramos a nadie que, ante una gran calamidad o aflicción, se abstenga de dirigirse a Dios para aliviar su angustia.
El beneficio de conocer este nombre de Dios
La consciencia de que Dios es Quien responde todas las súplicas es un consuelo y una fuente de fortaleza para quienes están separados de toda esperanza o recurso, con solo Dios a Quien recurrir. En ese momento, se dirigen a Dios con el corazón más sincero y devoto, así que Dios rápidamente alivia sus cargas y elimina sus aflicciones.
Esa es la experiencia de aquellos que languidecen en la cárcel sin nadie que acuda en su defensa. Es la experiencia de la persona sola que está perdida en el bosque. Es la experiencia del navegante cuya nave está siendo golpeada en el mar por una tormenta violenta. Es la del enfermo terminal a quien los doctores no le dan esperanza alguna, y que se recupera después de acudir a Dios. Es la del oprimido que es vilipendiado por los poderosos, sobre cuyas súplicas dice Dios: “Juro por Mi fuerza y majestad, (que) te otorgaré la victoria, aunque sea después de un tiempo”[1].