Por Dr. Laurence B. Brown
Descripción: Un análisis del famoso versículo bíblico: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”. Parte 3: Más razones para dudar de la fiabilidad de la Biblia.
El siguiente es un resumen de lo que hemos cubierto hasta ahora en esta serie de artículos:
1) Artículo 1: Sabemos casi con certeza total que el evangelio conocido como “Juan” no fue escrito por el discípulo Juan.
2) Artículo 2: Los traductores de la Biblia pusieron de forma fraudulenta la mayúscula en “Hijo” en Juan 3:16 (“Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”) para hacer que Jesús parezca como Dios.
3) También en el artículo 2: La Biblia no cumple con los requisitos básicos de fiabilidad y, por lo tanto, no cumple con los estándares de una Escritura Sagrada.
El último ítem en esta lista (número 3) es crítico. A fin de dar crédito a las afirmaciones de Juan 3:16, la Biblia misma tiene que soportar el análisis crítico. Ese es el análisis que continúo aquí. El artículo anterior fue más escolástico, lo siguiente tiene que ver más con el sentido común.
Comencemos con lo obvio: Si la Biblia es la palabra de Dios, entonces ¿qué debemos pensar de versículos que nos dicen que no son palabra de Dios? Paradójicamente, eso es precisamente lo que encontramos en 1 Corintios 7:12: “A los demás yo digo, no el Señor…”, indicando que lo que sigue proviene del autor (en este caso Pablo) y no de Dios. De modo que esta sección de la Biblia, por admisión del propio Pablo, no es la palabra de Dios. 1 Corintios 7:16 señala que Pablo no puede recordar si bautizó a alguien más además de los que menciona: “También bauticé a la familia de Estéfanas; de los demás, no sé si he bautizado a algún otro”. ¿Acaso esto suena a Dios hablando? Imaginemos a Dios decir: “Pablo bautizó a Crispo y a Gayo y a la familia de Estéfanas, y puede que a otros también. Pero eso fue hace mucho tiempo y, pues bueno, han pasado muchas cosas desde entonces. Lo que ocurrió entonces ya es muy difuso para Mí”. ¿Tiene sentido?
1 Corintios 7:25-26 registra que Pablo escribió: “En cuanto a las vírgenes no tengo mandamiento del Señor; mas doy mi parecer, como quien ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel”. E inmediatamente después, afirma: “Creo, pues, que por la instante necesidad, es bueno que el hombre quede así” (Nácar-Colunga). “Pienso que, a causa de la crisis actual, es bueno que cada persona se quede como está” (Nueva Versión Internacional) (subrayado añadido). En 2 Corintios 11:17 se lee: “Lo que hablo, no lo hablo según el Señor, sino como en locura, con esta confianza de gloriarme”. Una vez más, ¿podría alguien creer que Dios habla así? Pablo admite que él responde sin la guía de Dios y sin autoridad divina, y que él personalmente se cree divinamente confiable en un caso, pero habla como en locura en otro. Pablo justifica su presunción de autoridad con estas palabras: “Pero a mi juicio, más dichosa será si se quedare así; y pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios” (1 Corintios 7:40, Reina-Valera 1960). El problema es que muchísimas personas han reclamado tener el “Espíritu de Dios”, mientras que todo el tiempo hacen cosas muy extrañas e impías. Entonces, ¿la autoconfianza de Pablo debe ser admirada o condenada? Sin importar la respuesta a esta pregunta, el punto es que mientras la confianza humana a veces vacila, ese no es el caso del Creador Omnisciente y Omnipotente. Dios nunca diría “creo que…” como lo hace Pablo.
En esencia, la Biblia es su propio peor crítico.
Si vemos la Biblia como revelación, incluyendo la historia narrada de Jesucristo, entonces tenemos que preguntarnos por qué es tan inconsistente. Por ejemplo, cuando las celebridades mueren, sus últimas palabras con frecuencia son inmortalizadas. Sin embargo, la Biblia nos da dos versiones distintas de las “últimas palabras” de Jesús. Lucas 23:46 afirma: “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’. Y habiendo dicho esto, expiró”. Pero Juan 19:30 dice algo completamente distinto: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”.
Esto es una contradicción clara e innegable.
La enseñanza más famosa y respetable de Jesús probablemente es el “Padrenuestro”, que registra Mateo 6:9-13 así: “Vosotros, pues, oraréis así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos’. Amén”.
Pero Lucas 11:2–5 registra la misma oración con algunas diferencias cruciales: “Y les dijo: Cuando oréis, decid: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal’”. (Ambas citas tomadas de Reina-Valera 1960; en otras traducciones no aparece “que estás en los cielos”, y cambian “no nos metas en tentación” por “no nos dejes ceder a la tentación”.)
Esta es la oración más famosa de Jesucristo y, sin embargo, los dos evangelios que nos la narran no están de acuerdo. La discrepancia es tan grande que The Jesus Seminar, un cuerpo de destacados eruditos bíblicos, anunció que la única palabra del Padrenuestro que pude ser directamente atribuida a Jesús es “Padre” (Newsweek. Octubre 31, 1988. p. 80). Esta conclusión es sorprendente, ya que no solo sacude uno de los árboles más aceptados en el bosque de la fe cristiana, sino que cuestiona la legitimidad misma de dicho árbol.
Con respecto a la ley, “el Rabino” Jesús enseñó la ley del Antiguo Testamento. Además, enseñó que la ley perduraría (hasta que pasen la Tierra y los cielos): “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:17–18). Adicional a eso: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19:17). Así que eso es lo que enseñó Jesús. Ahora, ¿qué enseñó Pablo? Respuesta: justificación por la fe (el concepto vano de que creer en Jesucristo cancela los pecados de la persona). Pablo no cambió una jota ni una tilde, no; él canceló la ley entera: “…de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él [Jesucristo] es justificado todo aquel que cree” (Hechos 13:39). Sería difícil concebir una declaración general más permisiva. Podemos imaginar con facilidad la voz del público en conjunto gritando: “¡Por favor, danos más de eso!”. Y ahí va: “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6). O, si se me permite parafrasear libremente: “Pero ahora yo te digo que te olvides de esta ley antigua, cuyos inconvenientes hemos vivido durante demasiado tiempo, y que vivas según la religión de tus deseos, en lugar de según los mandamientos incómodos y añejos de la revelación”. Según Pablo, la ley de Dios estuvo bien para Moisés y Jesús, pero no para el resto de la humanidad.
Saltemos a otro tema. En ninguna parte de la Biblia aparece Jesús enseñando la Trinidad. De hecho, él enseño el taujid (la unidad y unicidad de Dios). Está en Marcos 12:30: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento”. También en Mateo 22:37 y en Lucas 10:27. Pero como por arte de magia, los teólogos paulinos adoptaron la Trinidad.
De modo que las enseñanzas más importantes de Jesús (sus últimas palabras, su oración, la unidad y unicidad de Dios, y la ley de nuestro Creador para la humanidad) fueron todas canceladas en una u otra parte de la Biblia por obra de Pablo o de los teólogos paulinos que siguieron su camino. ¿Cuáles de las enseñanzas de Jesús no encuentran contradicción en la Biblia?
La falta de fiabilidad es un problema tan común, que el público no adoctrinado no sabe qué creer. En 2 Samuel 24:1 dice: “Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel, e incitó a David contra ellos a que dijese: Ve, haz un censo de Israel y de Judá”. Sin embargo, 1 Crónicas 21:1 afirma: “Pero Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel”. Y entonces, ¿quién fue? ¿El Señor o Satanás? Ambos versículos describen el mismo evento en la historia, pero uno habla de Dios y el otro de Satanás. Hay una diferencia abismal. Si un libro de “escritura” no puede diferenciar entre Dios y Satanás, lo único que sabemos con certeza es que es una revelación que no es pura ni está sin adulterar.
Hay tantas contradicciones en el Nuevo Testamento que muchos autores han dedicado libros enteros a este tema. Por ejemplo, Mateo 2:14 y Lucas 2:39 difieren sobre si la familia de Jesús viajó a Egipto o a Nazaret (en Palestina). Mateo 6:9-13 y Lucas 11:2-4 contienen versiones distintas del Padrenuestro; Mateo 11:13-14, 17:11-13 y Juan 1:21 están en desacuerdo sobre si Juan el Bautista era Elías.
Las cosas empeoran cuando entramos en el terreno de la supuesta crucifixión: ¿Quién cargó la cruz, Simón (Lucas 23:26, Mateo 27:32, Marcos 15:21) o Jesús (Juan 19:17)? ¿Jesús fue vestido con un manto escarlata (Mateo 27:28) o con uno púrpura (John 19:2)? ¿Los romanos le dieron de beber vinagre mezclado con hiel (Mateo 27:34) o vino mezclado con mirra (Marcos 15:23)? ¿Jesús fue crucificado siendo la hora tercera (Marcos 15:25) o después de la hora sexta (Juan 19:14-15)? ¿Jesús ascendió el primer día (Lucas 23:43) o no (Juan 20:17)?
Estas son unas pocas dentro de una larga lista de inconsistencias escriturales, pero resaltan la dificultad de confiar en el Nuevo Testamento como escritura. Y si no podemos confiar en la Biblia en su conjunto, ¿cómo podemos confiar en cualquier parte de ella, como por ejemplo, en Juan 3:16, sobre la que los cristianos basan su salvación?